En su columna habitual de los miércoles, la semana pasada
Alfredo Torres planteó un tema fundamental para entender los actuales
problemas del país y para el futuro. Recogemos tres ideas principales:
(i) los países donde las personas apoyan más el libre mercado o el
control del Estado y las razones detrás de ello; (ii) la regulación
gubernamental y sus efectos sobre la inversión; y (iii) la corrupción y
las normas para enfrentarla.
Vamos de lo microeconómico a lo macroeconómico. Para ejemplificar el
impacto de la sobrerregulación en la inversión y el empleo, Alfredo cita
un estudio de Apoyo Consultoría que señala que las restricciones
exigidas por la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable afectarán
el crecimiento de la industria de alimentos y bebidas. Esta premisa ha
sido utilizada desde que se inició el proceso de liberalización de la
economía para que el sector empresarial se oponga a casi cualquier
intervención del Estado.
Está claro que las regulaciones afectan los niveles de rentabilidad
de las empresas, pero no necesariamente la inversión. Y aun si la
afectara, esa política pública no es necesariamente negativa. Acá
aparece el primer problema conceptual detrás del discurso establecido.
La inversión privada no es un fin en sí mismo, es un medio para generar
bienestar en la sociedad. Y no solo a través del empleo, sino
principalmente mediante los productos y servicios que ofrece. Si esa
inversión privada genera externalidades negativas, o si el sector tiene
fallas intrínsecas (como las asimetrías de información en la educación
universitaria), los principios del libre mercado permiten que el Estado
intervenga para compensarlas.
Pongámonos en el escenario de una regulación que reduce la
rentabilidad de una industria. ¿Impactará necesariamente en una menor
inversión? Para responder, necesitaríamos conocer algunas variables. Por
ejemplo, ¿otros países de referencia tienen regulaciones similares?
¿Cuánto era la rentabilidad antes de la regulación? ¿Cuánto luego? El
nuevo retorno ¿sigue haciendo atractiva la inversión?
Una de las características del Perú es que, al contar con un mercado
pequeño, en diversos sectores se han establecido oligopolios, casi
monopolios, con altos niveles de rentabilidad. Por esa razón, si bien
puede haber habido quejas, las inversiones no se fueron, por ejemplo,
con la ley de protección al consumidor.
En otros casos, como el de la educación universitaria, probablemente
se desacelerarán hasta que los actores se adapten a las nuevas
condiciones, pero, en el conjunto, la regulación generará un beneficio
para la sociedad, particularmente para las familias que tendrán un
servicio acorde con el sacrificio que hacían.
Tal vez deberíamos preguntarnos si la manera de no caminar hacia ser
Bolivia, Ecuador o Venezuela radica en no caer en la ilusión neoliberal
de la desregulación como fuente del desarrollo, sino más bien en
encontrar un balance entre Estado y mercado acorde con la realidad de
nuestra sociedad. Esto nos lleva al primer punto. ¿Qué hace que las
personas acepten un modelo o que lo rechacen? Lo dejamos para el próximo
martes.
David Rivera
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