martes, 29 de abril de 2014

¿El fin del sueño americano?

“Estados Unidos es donde las grandes cosas son posibles”. Estas son palabras de Elon Musk, cuya asombrosa carrera ilustra que el sueño americano todavía puede hacerse realidad.
 
Musk nació en Sudáfrica, pero emigró a Estados Unidos, a través de Canadá, en la década de 1990. Después de completar sus estudios en economía y física en la Universidad de Pensilvania, se mudó a Silicon Valley con la intención de enfrentar tres de los más “importantes problemas que afectarían más el futuro de la humanidad”: internet, la energía limpia y el espacio. Tras fundar PayPal, Tesla Motors y SpaceX, ha conseguido una tríada asombrosa. A sus 42 años de edad, su riqueza se calcula en US$2400 millones. ¡Así se hace!
 
 
Pero por cada Musk, ¿cuántos jóvenes talentosos están allí afuera y nunca tienen uno de estos golpes de suerte cruciales? Todos saben que Estados Unidos ha cobrado una mayor desigualdad social en décadas recientes. De hecho, la última campaña presidencial fue dominada por lo que resultó ser una competencia desigual entre “el 1 por ciento” y “el 47 por ciento”, cuyos votos Mitt Romney descartó.
 
Pero el verdadero problema tal vez sea más insidioso de lo que insinúan las cifras sobre los ingresos y la distribución de la riqueza. Aún más perturbadora, es la creciente evidencia de que la movilidad social en Estados Unidos ahora ofrece lo peor de ambos mundos: ¿alta desigualdad con baja movilidad social? ¿Y qué tal si esto es uno de los obstáculos estructurales ocultos para la recuperación económica? En verdad, ¿qué tal si la política monetaria actual está empeorando el problema de la movilidad social?
 
Esto debería ser agua para el molino de los conservadores estadounidenses. Pero los republicanos han reprobado en este reto. Al no poder distinguir entre desigualdad y movilidad, han permitido que los demócratas, de hecho, hagan equiparables las dos, dejando a los republicanos como el partido del 1 por ciento, difícilmente una estrategia para ganar elecciones.
 
A costas suyas, los conservadores estadounidenses han olvidado la famosa distinción de Winston Churchill entre izquierda y derecha: que la izquierda favorece la línea; la derecha, la escalera. Los demócratas de hecho apoyan políticas que motivan a los votantes a hacer fila por subsidios, políticas que a menudo tienen la consecuencia accidental de atrapar a los destinatarios en una dependencia del Estado. Los republicanos necesitan comenzar a recordarle a la gente que el conservadurismo se trata de algo más que solo recortar beneficios. Se supone que trata de hacer que la gente suba en la escalera de la oportunidad.
 
La desigualdad y la movilidad social están, por supuesto, relacionadas. Pero no son la misma cosa, como afirman los liberales.
 
Empecemos por la desigualdad. Ahora es bien sabido que a mediados de la década de 2000, la proporción de ingreso que iba al 1 por ciento de la población en la cima regresó a como era en la época del Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald. El ingreso promedio del 1 por ciento fue aproximadamente 30 veces más alto que el ingreso promedio de todos los demás. La crisis financiera disminuyó la brecha, pero solo un poco, y brevemente. Ello se debe a que el objetivo primario (y declarado) de la política monetaria de la Reserva Federal desde 2008 ha sido subir el precio de los activos. ¿Adivine qué? Los ricos poseen la mayoría de estos. Para ser precisos, el 1 por ciento en la cima posee alrededor de 35 por ciento del valor total neto de Estados Unidos, y 42 por ciento de la riqueza financiera (nótese que solo en otra economía desarrollada el 1 por ciento posee una proporción tan grande de la riqueza: Suiza).
 
Al restaurar el mercado bursátil a como estaba antes de la crisis, la Reserva Federal no ha logrado mucho en cuanto a una recuperación económica. Pero ha tenido un éxito brillante en hacer más ricos a los ricos. Y a sus hijos.
 
Según Credit Suisse, aproximadamente un tercio de los más o menos 1000 multimillonarios del mundo en 2012 eran estadounidenses. Pero de estos, poco menos del 30 por ciento no lo eran por su propio esfuerzo, una proporción significativamente mayor que la de Australia y el Reino Unido. En otras palabras, hoy un multimillonario estadounidense tiene más probabilidades de que haya heredado su riqueza que uno británico.
 
Este es solo uno de muchos indicadores de una menor movilidad social en EE UU. Según una investigación publicada por el alemán Instituto para el Estudio del Trabajo, 42 por ciento de los hombres estadounidenses que nacen y crecen en el quinto más bajo de la distribución del ingreso terminan por quedarse allí de adultos, en comparación con solo 30 por ciento en Gran Bretaña y 28 por ciento en Finlandia. Las posibilidades de un estadounidense de subir del quinto más bajo al quinto más alto son de 1 en 13. Para un muchacho británico o finés, las posibilidades son mejores: más cercanas a 1 en 8.
 
Cierto, la distribución relativamente plana del ingreso en los países escandinavos facilita el pasar del fondo a la cima; hay menos distancia financiera que cubrir. Pero no se puede decir lo mismo de Gran Bretaña. De hecho, lo sorprendente de la investigación más reciente sobre la movilidad social es que el Reino Unido —que solía tener la estructura de clases más rígida en el mundo desarrollado— ahora se arriesga a perder ese título ante Estados Unidos. Con razón la serie televisiva Downton Abbey es tan popular aquí.
 
El sueño americano se ha convertido en una pesadilla de inmovilidad social. Según una investigación de Pew, poco menos del 60 por ciento de los estadounidenses que creció en el quinto más alto de los ingresos terminó quedándose en los dos quintos más altos; una proporción fraccionalmente mayor de quienes nacieron en el quinto más bajo —60.4 por ciento— terminó quedándose en los dos quintos más bajos.
 
Este es el EE UU tan vívidamente descrito por Charles Murray en su libro de grandes ventas Coming Apart. En un extremo de la escala social, viviendo en lugares con nombres como “Belmont”, está la “élite cognitiva” de aproximadamente 1.5 millones de personas de que habla Murray. Ellos y sus hijos dominan las admisiones de las principales universidades del país. Se casan entre sí y se apiñan en menos de 1000 vecindarios exclusivos, los enclaves de la riqueza que Murray llama las SuperZonasPostales.
 
En el otro extremo, hay lugares como “Fishtown”, donde nadie tiene más que un diploma de preparatoria; una proporción creciente de niños vive con un solo padre, a menudo una joven y poco educada “madre nunca casada”. No solo los hijos ilegítimos han aumentado en tales lugares, también lo ha hecho la proporción de hombres que se dicen incapacitados para trabajar a causa de una enfermedad o discapacidad o que están desempleados o que trabajan menos de 40 horas a la semana. El crimen prolifera, al igual que la tasa de encarcelamientos. En otras palabras, problemas que solían estar desproporcionadamente asociados con las comunidades afroestadounidenses ahora son endémicos en los campamentos de casas rodantes y las barriadas de alto riesgo habitadas por blancos pobres. Naces allí, te quedas allí, a menos de que te metan a la cárcel.
 
¿Qué salió mal? Los liberales estadounidenses argumentan que el aumento en la desigualdad inevitablemente provoca una disminución en la movilidad social. Esto fue lo que Alan Krueger, presidente del Consejo de Asesores Económicos, tenía en mente por allá de enero, cuando elaboró la “Curva del Gran Gatsby”, mostrando que los países más desiguales tienen menos movilidad social. (Esperen, ¿no era Gatsby un contrabandista por su propio esfuerzo?) Pero para los ojos europeos, esta también es una historia familiar de trampas de pobreza creadas por bienintencionados programas de bienestar social. Considere el caso resaltado por Gary Alexander, el exsecretario de bienestar público de Pensilvania. A una madre soltera con dos hijos pequeños le va mejor con un empleo de medio tiempo por solo
US$29 000 anualmente —además de los cuales recibe US$28 327 en varios beneficios— que si aceptase un empleo que pagase US$69 000, de los cuales pagaría US$11 955 de impuestos.
 
Otro buen ejemplo es el crecimiento en la cantidad de estadounidenses que reclaman beneficios por incapacidad a la Seguridad Social. A mediados de la década de 1980, poco más del 1.5 por ciento de la población recibía tales beneficios; hoy es cercano al 3.5 por ciento. Tampoco (como solía ser el caso) los destinatarios son principalmente viejos. Aproximadamente 6 por ciento de la población con edades entre 45 y 54 años —mi grupo de edad— es beneficiario del seguro de incapacidad de la Seguridad Social. Los pagos para trabajadores incapacitados promedian US$1130 al mes, lo cual resulta en US$13 560 al año, solo US$2000 menos que un salario de tiempo completo en el mínimo federal de US$7.25 la hora.
 
Tal vez en verdad somos menos sanos de lo que éramos hace 30 años, aun cuando los datos sobre la expectativa de vida dicen una historia diferente. Tal vez el trabajo en verdad se ha vuelto más demandante físicamente hablando, aun cuando el cambio de la manufactura a los servicios también sugiere lo contrario. La posibilidad más creíble es que se ha vuelto más fácil para el ligeramente enfermo o poco apto que se le clasifique como discapacitado y que opte por una pobreza ociosa en vez de una pobreza laborando, la cual solo paga un poco mejor y significa trabajar con ese exasperante dolor de espalda o esa depresión moderada.
 
De manera significativa, después de dos años de recibir beneficios por discapacidad, se califica para Medicare, inflando la cantidad siempre creciente de beneficiarios del programa de bienestar más oneroso del gobierno federal. Justo ahora, el gasto federal en el cuidado a la salud, según la Oficina de Presupuestos del Congreso, está cercano al 5 por ciento del PIB, pero se predice que se duplicará para la década de 2040. Huelga decirlo, esto refleja el gran cambio demográfico que inexorablemente está aumentando la proporción de adultos mayores en la población. Pero considere cómo la combinación de una población envejecida y los programas de bienestar social están trabajando para reducir los recursos disponibles para los jóvenes.
 
Según el Instituto Urbano, la proporción actual de gasto federal en los jóvenes es cercana al 10 por ciento, en comparación con el 41 por ciento que va a las porciones no infantiles de la Seguridad Social, Medicare y Medicaid. El gasto gubernamental per cápita —incluidos los presupuestos estatales y locales— es aproximadamente el doble para los viejos que para los niños. Tal vez no sorprenda que la tasa de pobreza infantil sea más del doble que la tasa de pobreza en adultos mayores. Pregúntese usted mismo: ¿qué posibilidad tiene la movilidad social de aumentar en una sociedad que se preocupa dos veces más por la abuela que por el nieto?
 
El único misterio que queda es por qué este conflicto generacional todavía no se ha vuelto un problema serio en la política estadounidense. Incomprensiblemente, los jóvenes votantes todavía tienden a alinearse con las mismísimas organizaciones que parecen más dispuestas a incrementar las cargas futuras del gobierno (sin mencionar el índice de desempleo juvenil), especialmente los sindicatos del sector público.
 
Al escribir en 1960, el economista Friedrich Hayek hizo una predicción notable sobre las consecuencias finales del estado de bienestar social. “La mayoría de quienes se jubilarán hacia el final del siglo”, escribió él, “dependerán de la caridad de la generación más joven. Y finalmente no será la moral sino el hecho de que los jóvenes abastecen a la Policía y el Ejército lo que decidirá el problema: campos de concentración para los viejos incapaces de mantenerse por sí mismos posiblemente sea el destino de una generación envejecida cuyo ingreso depende por completo de forzar a los jóvenes”.
 
Hayek tuvo razón al decir que para 2000 la generación de la posguerra esperaría que los jóvenes cargasen con los costos crecientes de sus jubilaciones extensas y generosamente financiadas. Casi el único entre los economistas de la posguerra, él vio el conflicto generacional que suponía el estado de bienestar social. Pero se equivocó con respecto a cómo reaccionaría la generación más joven. Lejos de cercar a los viejos y ponerlos en campos, los jóvenes son las víctimas dóciles.
 
Una explicación posible de esta docilidad radica en la otra razón principal para la disminución en la movilidad social: el fracaso desastroso de las preparatorias estadounidenses en los lugares como el Fishtown imaginario de Murray.
 
A pesar de que se triplicó el gasto por pupilo en términos reales, la educación secundaria estadounidense está fracasando. Según el Consejo de Relaciones Exteriores, tres cuartos de los ciudadanos de EE UU entre los 17 y 24 años no están calificados para unirse al Ejército porque son físicamente inaptos, tienen antecedentes penales, o tienen niveles inadecuados de educación. Un tercio de los graduados de preparatoria reprueba la obligatoria Batería de Exámenes Vocacionales y de Aptitud  de los Servicios Armados. Dos quintos de los estudiantes en universidades cuatrienales necesitan tomar cursos de recuperación para reaprender lo que no pudieron dominar en la preparatoria.
 
En una comparación internacional, Estados Unidos ahora está en el medio de la clasificación de aptitud matemática en adolescentes de 15 años. El estudio más reciente del Programa Internacional para la Evaluación de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico fue concluyente: en matemáticas, la brecha entre los adolescentes del distrito de Shanghái de China y los de Estados Unidos es tan grande como la brecha entre los adolescentes estadounidenses y los albaneses.
 
Pero la verdadera conmoción es la diferencia entre niños ricos y pobres. A los cuatro y cinco años de edad, los niños del quinto más pobre de hogares ya están 21.6 meses detrás de los niños de los hogares más ricos de EE UU, en comparación con 10.6 meses en Canadá. La proporción de los quinceañeros que son funcionalmente analfabetos (por debajo del nivel 2 en las pruebas PISA) es de 10.3 por ciento en
Canadá. En EE UU es de 17.6 por ciento. Y los estudiantes de los grupos de clases sociales más altas tienen dos veces más probabilidades de ir a la universidad que quienes están en las clases más bajas.
 
Mientras tanto, hay señales perturbadoras de que las instituciones educativas de élite en EE UU están regresando a su viejo papel de escuelas de etiqueta para los hijos de una élite hereditaria, el papel que tenían cuando F. Scott Fitzgerald se divertía en Princeton.
 
En una crítica perturbadora a las políticas de admisión en la Liga Ivy, el editor de American Conservative, Ron Unz, recientemente señaló cierta cantidad de anomalías desconcertantes. Por ejemplo, desde mediados de la década de 1990, los asiáticos constantemente han sumado aproximadamente 16 por ciento de la matrícula de Harvard. En Columbia, según Unz, la proporción de asiáticos en realidad ha disminuido de 23 por ciento en 1993 a menos de 16 por ciento en 2011. Aun así, según el censo de EE UU, la cantidad de asiáticos con edades entre 18 y 21 años se ha más que duplicado en ese período. Aún más, los asiáticos ahora suman 28 por ciento de los semifinalistas de las Becas Nacionales al Mérito y 39 por ciento de los estudiantes en el Instituto de Tecnología de California (CalTech), donde las admisiones se basan únicamente en el mérito académico.
 
Tal vez quienes están a cargo de las admisiones en la Liga Ivy tienen buenas razones para sus decisiones. Tal vez sea correcto que ellos deberían hacer más que simplemente elegir a los estudiantes más talentosos académicamente hablando y trabajadores que soliciten su ingreso. Pero no se puede rechazar, sin pensarlo dos veces, la posibilidad de que, sean cuales sean sus intenciones, el efecto neto de su búsqueda de “diversidad” es de hecho el de reducir todavía más la otrora única movilidad social de EE UU. Tampoco podemos descartar la hipótesis de que el sistema de “legado” quizá sea la clave aquí, conforme la élite cognitiva discretamente arregla el juego a favor de sus hijos con donaciones oportunas.
 
Como profesor de Harvard, me inquietan estos pensamientos. Al contrario de Elon Musk, yo no llegué a Estados Unidos con la intención de hacer fortuna. La riqueza no era mi sueño americano. Pero sí vine aquí porque creía en la meritocracia estadounidense, y estaba más que seguro de que le enseñaría a menos beneficiarios de privilegios heredados de los que había encontrado en Oxford.
 
Ahora no estoy tan seguro.
 
Autor: Niall Ferguson
Fuente: NewsWeek
 

martes, 22 de abril de 2014

El Gobierno analizará el caso Doe Run

El Poder Ejecutivo estudiará, además, si la empresa minera necesita una nueva ayuda.
 
El Gobierno analizará el caso de Doe Run Perú, minera que continúa teniendo problemas en sus operaciones a pesar de que a principios de abril un grupo de empresas lanzó un rescate financiero de la compañía, informó la ministra de la Producción, Elena Conterno.

Asimismo, la autoridad señaló que se evaluará si es necesaria una nueva ayuda para la empresa, a fin de evitar el término de sus operaciones.

“Hay que analizar la situación de Doe Run, pues es importante ver los compromisos establecidos y lo que ha pasado con el cumplimiento de los mismos ya que había un acuerdo”, manifestó a la agencia Andina.

El pasado 2 de abril, un grupo de empresas mineras anunció que avalaría dos operaciones de crédito para financiar con 175 millones de dólares a Doe Run, con el objetivo de asegurar la continuidad de sus operaciones en su fundición ubicada en La Oroya (Junín).

Sin embargo, ayer la Compañía de Minas Buenaventura, acreedor de Doe Run, dijo que esta última está incumpliendo con lo que se había comprometido y que los plazos programados con sus proveedores ya estarían vencidos.

En ese sentido, Buenaventura indicó que dicha situación era insostenible y que la producción de Doe Run nuevamente pasaría dificultades.

Al respecto, la ministra recordó que cuando en marzo se supo de la mala situación de las operaciones de Doe Run, el Gobierno intercedió de inmediato para solucionar el problema y, de esta manera, se llegó a un acuerdo entre los agentes privados del sector minero.

“Por eso confiamos en que cada parte asuma sus responsabilidades y quela empresa (Doe Run) se ponga al día en sus compromisos cuanto antes”, puntualizó.

Sobre una eventual nueva ayuda a Doe Run, indicó que es necesario que este tema sea analizado pronto y al detalle por el Poder Ejecutivo, específicamente por los ministerios de Economía y Finanzas (MEF) y de Energía y Minas (MEM).

“El Gobierno ya ha mostrado su capacidad de reacción para resolver este tipo de problemas y en este caso siempre está alerta”, subrayó Conterno, luego de inaugurar las obras de mejoramiento de la infraestructura del Molo Muelle de Ancón.

Fuente: Diario Gestión

Efectista y desacertada

La impresionante redada contra el Movadef, que tuvo lugar la semana pasada, haría pensar, a juzgar por los recursos movilizados, que el Gobierno peruano reaccionó en todos los frentes ante un peligro mayor, claro e inminente.

Sobre todo si se la compara con la extraña negligencia que mantuvo en otros casos urgentes en el ámbito de seguridad.

Uno, por ejemplo, es el crecimiento explosivo de narcovuelos, especialmente en el VRAE, que han alcanzado dimensiones tales como para considerar reconstruido, (por más que sea en otra dirección) el puente aéreo que marcó el auge del narcotráfico desde comienzos de la década de 1980 hasta mediados de los 90.

Otro es la virulencia con que ha crecido el crimen organizado, especialmente el más violento. Lo peligroso de ese fenómeno es que no se trata de un proceso lento, sino uno que suele desencadenarse con rapidez y que una vez afianzado resulta mucho más difícil de enfrentar que cuando todavía es incipiente.

Ninguno de estos dos problemas ha sido enfrentado, salvo esfuerzos meritorios pero aislados, por este Gobierno con seriedad, responsabilidad y, menos aún, con eficiencia.

Entonces, al ver el aparatoso despliegue de la redada contra el Movadef, pensé que de repente el Gobierno sabía algo que los demás ignorábamos hasta ese momento.

Así que me pregunté y me pregunto de nuevo: en el caso del Movadef, ¿hay algún peligro real, nuevo, inminente? ¿Hay algo que no se conozca?

Hasta donde he podido ver, no hay nada que no se haya sabido una y cien veces.

El hecho es que se movilizó los recursos operativos más selectos del Estado para capturar a gente que hace vida pública y que no está en la clandestinidad. Al ver los arrestos, además, daba la impresión de que alguien había tenido una mala lectura de González Prada y estaba llevando a cabo una guerra alucinada contra la geriatría.

Lanzar a fuerzas combinadas de la Policía y de la Fuerza Armada, junto con decenas de fiscales, contra una organización derrotada, vencida, con un porcentaje muy alto de presos y de viejos, varios de ellos en franca entropía vital, no tiene sentido.

¿Que el mensaje de estos viejos ha calado en algunos jóvenes que desconocen o no conocen bien el pasado terrible de la guerra interna? Es verdad. Pero, ¿cuál es ahora ese mensaje? ¿Existe alguna prueba, luego de todas las investigaciones, de que se esté organizando a esos jóvenes desorientados, hacia la violencia, que se los esté preparando para la insurrección? Ninguna. No la hay en ninguno de los documentos que explican y justifican esa operación.

Debo decir que no tengo duda sobre la relación estrecha y subordinada que existe entre el Movadef y el PCP-SL que dirige Abimael Guzmán. Aquél es, en mi opinión, un ‘organismo generado’ que sigue con disciplina los objetivos del PCP-SL de Guzmán.

Pero la pregunta por responder es ¿cuáles son ahora esos objetivos?

“Perseo 2014” revela la respuesta equivocada a esa pregunta a través de una ceguera histórica: el intento de ignorar cambios fundamentales ocurridos desde 1992 hasta ahora.

Se actúa como si el SL de Guzmán fuera todavía una organización en guerra o conspirando para volver a ella.

Pero la realidad es que el SL de Guzmán es una organización derrotada, que reconoce su derrota e intenta concretar “un acuerdo de paz” desde 1993.

Lo que hasta entonces había sido la proclama radical y disyuntiva de la inevitabilidad de la guerra y la predeterminación del triunfo, se convirtió en la constatación de la derrota. Y en la aceptación de la misma.

El llamado “pensamiento Gonzalo” posterior a las negociaciones con Montesinos y sus asesores, no tiene nada que ver con lo que antes pasaba como tal.

Abimael Guzmán consiguió parar intelectualmente de cabeza a su organización, persuadirla de la necesidad de creer en y defender posiciones que antes hubieran resultado anatema. El otrora ardiente enemigo del revisionismo terminó revisando todo. Y tan fuerte fue el culto a la personalidad en su organización, que la mayoría de sus militantes lo siguió.

Desde que abortaran las conversaciones con Montesinos y Fujimori hasta ahora, pasaron muchos años. Creo que tanto Abimael Guzmán como Elena Iparraguirre asumen que morirán en prisión. Los otros condenados a cadena perpetua, también.

Buena parte de lo que ahora esperan es negociar mejoras en las condiciones penitenciarias para los que seguirán en prisión así como la libertad para los que cumplieron sus condenas. ¿Tienen derecho a pedir hablar sobre eso y discutirlo? Por supuesto que lo tienen.

Están vencidos, doblegados y han sido castigados con la mayor dureza que establece la ley. Los que quedan en prisión buscan condiciones más dignas de encierro; y los que han salido en libertad, reclaman la posibilidad de ejercer derechos básicos, como el de trabajar y expresarse libremente. Mientras sea un ejercicio pacífico y legal de esos derechos, ¿qué razón hay en denegarlos?
¿Que no han pedido perdón ni han reconocido públicamente su sangriento error y que tampoco han proclamado su lealtad a la democracia constitucional y su repudio perpetuo a la vía de las armas?
Es verdad que no lo han hecho en forma lo suficientemente clara. Pero, ¿ha habido alguien dentro del Estado que lo haya demandado dentro de un mínimo proceso de diálogo? ¿Que con ellos no hay nada que conversar? ¿Y por qué nadie de la ultraderecha protestó cuando hubo las conversaciones, Frank Sinatra y torta de chocolate de por medio, con Montesinos?

"La Historia con frecuencia entierra causas e ideas incluso antes de enterrar a las personas"

¿Que esa es una táctica de engaño del senderismo que practica “la guerra sin tiempo” y que esperará pacientemente a salir en libertad para volver a la vía de las armas?

Esa es una falacia. No existe la “guerra sin tiempo”.

Hay guerras de toda duración, desde las muy cortas hasta las muy prolongadas. Pero toda guerra tiene un comienzo y un fin. Las protagonizan seres humanos insertados dentro de la Historia, que con frecuencia entierra causas e ideas incluso antes de enterrar a las personas. Y, pase lo que pase, estas eventualmente envejecen, declinan y mueren.

En el caso de los senderistas, han pagado y saben que van a seguir pagando el precio de la derrota. Han querido negociar algunos términos de la misma con el Estado, y no han logrado interlocutor. Ha sido un error. Otras naciones, que han manejado contrainsurgencias inteligentes en el nivel político, han aceptado rendiciones después de largas guerras insurgentes y logrado el mejoramiento de condiciones de rendición o encierro a cambio de claras ventajas para la sociedad y el Estado.
Por lo pronto, el hecho es que entre los cientos de senderistas que salieron en libertad por cumplimiento de condena, el porcentaje de gente que volvió al camino de la violencia armada (política o criminal) es prácticamente inexistente.

Escribiré más sobre este tema en el futuro próximo. Concluyo con lo que para mí es evidente: en medio de problemas importantes de seguridad, que se agravan, la acción del Gobierno contra el Movadef fue efectista y errada.

Si se patea a un adversario vencido, la persecución exagerada crea un sentimiento de simpatía en muchos, que puede tornarse en solidaridad. Y el efímero efecto se esfumará entre la maraña de serios problemas desatendidos, ayer urgentes, mañana graves♦

Autor: Gustavo GorritiFuente: IDL Reporteros

Desinformación - Cuando se propala como primicia investigativa una información falsa

FotoEl día de hoy, miércoles 16 de abril, El Comercio encabezó su primera plana con un estridente titular de tres líneas, que entrecomillaba una supuesta declaración reveladora de “siniestros planes” como calificaba en el colgado.
“Hay que liberar a los camaradas para que la lucha armada no caiga” es el título, que correspondería a una supuesta expresión del hoy detenido Alfredo Crespo, abogado de Abimael Guzmán y dirigente del Movadef.
El colgado sobre el “tema del día”, explica el título: “Estrategia del terror: Al descubierto los siniestros planes de Sendero Luminoso para reactivarse”.
La presunta revelación, firmada por los periodistas Rocío La Rosa y Rodrigo Cruz Arana, se desarrolla, en toda la página dos del diario, cuyo título: “Abogados de Abimael solicitaron dinero a ‘Artemio’ para retomar lucha armada”, la resume.
La información está basada en las declaraciones de un colaborador eficaz que afirma haber sido testigo de una reunión en el Alto Huallaga entre los abogados de Abimael Guzmán, Alfredo Crespo y Manuel Fajardo, con ‘Artemio’, entonces en libertad y al mando de algunas decenas de senderistas armados.

Alfredo Crespo (Foto: Publimetro.pe)

Según el colaborador eficaz, la reunión se produjo el 14 de abril de 2008. Crespo se ocultaba bajo el seudónimo de ‘Lucas’ y Fajardo bajo el de ‘Bartolo’.
La versión abunda en detalles de lo que supuestamente se habló en esa reunión, incluido el vino y la pachamanca.
En el mismo documento, el colaborador eficaz afirma que Fajardo, ‘Bartolo”, volvió al Huallaga, y que fue recogido el 22 de junio de 2008 del hotel ‘La Muralla’, en Tingo María, por dos senderistas cuyas chapas eran ‘Chocolate’ y ‘Chanchín’ que lo llevaron a la reunión con ‘Artemio’, descrita también en la nota de El Comercio.
La historia, pese a lo vieja, es sugerente. El problema es que no es cierta. No solo es falsa sino que se sabía que lo era desde por lo menos comienzos del año pasado.
Cuando se recibió la versión por primera vez, apenas se tuvo la declaración del colaborador eficaz, algunos oficiales de la Dircote expresaron dudas sobre la verosimilitud del testimonio. Monitoreaban a los abogados de Abimael Guzmán y no se les cocinaban las fechas.
El entonces ministro del Interior, Wilfredo Pedraza, encargó verificar el contenido de la supuesta revelación a un oficial de investigaciones especiales de la Dircote. Este la llevó a cabo en poco tiempo y remitió a Pedraza un informe breve, de una página, que desmintió en forma contundente lo afirmado por el colaborador eficaz.
Los dos párrafos más importantes fueron resaltados en mayúsculas por el propio oficial de la PNP:

Extracto del informe elaborado por un oficial de la Dircote.

¿Cómo supo ese oficial que Fajardo no se hospedó en el hotel La Muralla? Porque obtuvo la lista de huéspedes y la pasó por todos los filtros de identificación y antecedentes hasta estar seguro de haber asociado cada nombre a una persona en concreto. Y ahí no estaba Fajardo.
Constatar que Crespo visitó a Abimael Guzmán en la Base Naval fue bastante más fácil. El entonces jefe del Centro de Reclusión de Máxima Seguridad en la Base, capitán de Navío AP Manuel Bulnes, lo certificó así en una comunicación dirigida al jefe del INPE, José Luis Pérez Guadalupe.

No siendo ubicuo, Crespo no pudo haber estado en esa fecha en el Huallaga.
El testimonio de ese colaborador eficaz era falso, como se demostró. No fue la única falsedad incluida dentro de las investigaciones policiales y fiscales que se llevaron a cabo entonces, pero esa es materia de otra nota.
El informe, hecho para prevenir una metida de pata del ministro y del sector, se encarpetó púdicamente en el ministerio.
Pero, unos meses después, el Mininter fue hackeado y una serie de documentos que produjeron distintos grados de bochorno, fueron repartidos al ancho mundo por los hackeadores.
Entre ellos, el informe del oficial de Policía desvirtuando la declaración del Colaborador Eficaz.
Finalmente, hasta el Movadef se percató de la existencia de esos documentos y los reprodujo en sus publicaciones web.
El hecho es que El Comercio presentó como una primicia sensacional algo que había sido probado como falso primero en privado y después en público, hace varios meses.
Otros medios han metido la pata también, pero la de El Comercio es la pata más grande (o, digamos, la más concentrada) en el periodismo nacional.
¿Por qué lo hizo? Hay dos razones posibles, que no son excluyentes: Por negligencia y descuido de los criterios más elementales de reportaje y verificación; o por desinformar.
Hace pocas semanas, El Comercio cerró su unidad de investigación y casi todos los periodistas dejaron el diario.
Se fueron los periodistas Miguel Ramírez, Óscar Castilla, Fabiola Torres y Nelly Luna. De la unidad de investigación solo quedó la periodista Elizabeth Salazar, pero la unidad en sí dejó de existir.
Es poco probable que, con la disciplina de verificación que desarrolla todo aquel que se dedica a investigar, una nota como la publicada hoy a tambor batiente y platillo restallante, hubiera sido firmada por alguno de los periodistas que salió.
¿Que como el Movadef está vinculado con Sendero, a nadie le importa? Pues sí que importa, y mucho. Una Democracia que no se defiende con la verdad, tarde o temprano deja de serlo. Quienes utilizan la desinformación, manejan el arma desarrollada por las dictaduras y que las define claramente: la mentira bajo la apariencia de verdad.

Autor: Gustavo Gorriti

Fuente: IDL Reporteros

lunes, 21 de abril de 2014

Comentarios disidentes a Ciudadanos sin República. "¿Cómo sobrevivir en la jungla política peruana?", de Alberto Vergara.

El libro de Alberto Vergara, Ciudadanos sin República. ¿Cómo sobrevivir en la jungla política peruana?, es un conjunto de ensayos que reflexionan agudamente sobre el poder, la política y los actores que pugnan en el Perú actual. Vergara es un virtuoso de la palabra y entrelaza sus análisis con un sentido del humor que combina referencias musicales y de la jerga popular. Resulta imposible referirse a cada uno de sus planteamientos, de modo que me limitaré a algunos comentarios sobre la tesis que considero más controversial, la que azuza más el diálogo y el intercambio de ideas.
 
Dice Vergara, aludiendo a una expresión de Alfredo Torres, que el Perú enfrenta una suerte de paradoja del “crecimiento infeliz” debido al desencuentro entre la promesa neoliberal y la republicana. Por promesa neoliberal se entiende básicamente el crecimiento económico y el bienestar material que experimenta el país desde hace casi dos décadas. Esto es calificado por Vergara como un “éxito de la promesa neoliberal”. El problema es que al mismo tiempo que dicho “éxito” se vive el fracaso de la promesa republicana, es decir, la frustración de no poder constituirnos como una sociedad de hombres iguales ante la ley, con instituciones políticas representativas y con un sentido de fraternidad general que otorgue estabilidad al sistema político. Así, el neoliberalismo habría cumplido con traer crecimiento, y correspondería ahora consumar la promesa republicana de instituciones fuertes para que seamos completamente felices. 
 
Empecemos con una precisión. El título del libro de Vergara alude al ensayo de Alberto Flores-Galindo “República sin ciudadanos”, incluido en Buscando un inca. Identidad y utopía en los Andes. Mientras que para Vergara el Perú tiene ciudadanos pero faltan instituciones, Flores Galindo no quería decir que existieran instituciones republicanas y debíamos pasar a la etapa de formar ciudadanos. Lo que nos sugería era que una república sin ciudadanos no era una república. Era un imposible político. Recordemos que su horizonte era el cambio social y no la reafirmación del sistema liberal. En el argumento de Flores-Galindo durante la temprana república hubo un vacío de poder en al ámbito local debido al declive de corregidores, curas y curacas que fue cubierto por los terratenientes, que acumularon poder político gracias a la formación de milicias con las que se plegaron a favor de los caudillos. Estos “terratenientes con poder político” (fenómeno desconocido en la época colonial) prolongaron la servidumbre de los indios y obstruyeron el “imperio de la ley” en el Perú rural, haciendo imposible la constitución de una república en sentido pleno.
 
Y en cuanto a la riqueza, que ningún ciudadano sea suficientemente opulento para poder comprar a otro, ni ninguno bastante pobre para ser obligado a venderse […] igualdad en los rangos y en las fortunas, sin lo cual la igualdad de derechos y de au-toridad no podría subsistir mucho tiempo. 
Ahora bien, Vergara plantea que una consecuencia del actual crecimiento económico es el afianzamiento de la ciudadanía por la vía del consumo: “el individuo enriquecido o desempobrecido es ya más ciudadano” (p. 27), y lo que corresponde sería construir las instituciones que doten de vida política y representación a esos ciudadanos embrionarios. El problema evidente es si la construcción de esa institucionalidad es posible dentro del actual modelo neoliberal. ¿Acaso no se implantó este modelo recortando drásticamente los derechos laborales de los trabajadores? Si la ciudadanía supone el ejercicio de derechos políticos y sociales, el neoliberalismo ha tenido efectos regresivos sobre la institucionalidad que protege los derechos de los trabajadores y ha inclinado la balanza de poder a favor del capital. No se puede soslayar que el neoliberalismo supone también una visión de la política y la sociedad, visión que asume que el gasto en educación y salud públicas resta competitividad a la economía nacional. No es seguro que las instituciones que garanticen el ejercicio de derechos ciudadanos avance significativamente en el marco del actual modelo neoliberal. Por el contrario, para afianzar la ciudadanía será necesario reformar este modelo. Volveré al final sobre este punto.
 
Un problema adicional a la tesis de Vergara es que no queda claro quiénes son esos “republicanos” que deben hacer del Perú una sociedad de ciudadanos. Mientras que sabemos que los neoliberales que cumplieron con su promesa de crecimiento económico están en el Ministerio de Economía, desde el cual controlan buena parte del Estado, no se identifica a los “republicanos”, y se desconoce si cuentan con una organización o liderazgos. Este es un punto problemático, pues por “republicanos” parece que se alude al liberalismo político, cuyo programa es precisamente la democracia, la ciudadanía y el Estado de derecho. Se trata de una cuestión de difícil resolución dadas las transformaciones del liberalismo. En el siglo XIX, el liberalismo político y el liberalismo económico compartían puentes ideológicos y tradiciones programáticos. Ambos formaban parte del “campo liberal”, y se puede decir que mientras el primero privilegiaba las instituciones democráticas frente al mercado, el segundo consideraba que el mercado importaba más que una democracia plena. En el siglo XX, el liberalismo político confluyó en la socialdemocracia y construyó en Europa el Estado de bienestar. El liberalismo económico siguió su propio camino. En las décadas de 1970 y 1980 abdicó de sus elementos democráticos y desmontó las instituciones del Estado de bienestar que habían expandido los derechos sociales y políticos, reconcentrando el ingreso.1 Esto significó la conversión del liberalismo económico en neoliberalismo. La suerte del liberalismo político se vio comprometida con la debacle del Estado del bienestar y del socialismo realmente existente. En algunos países europeos los ideales del liberalismo político están volviendo a escena, pero eso no parece ocurrir en el Perú. Aquí los liberales comprometidos con la democracia y la construcción de una sociedad de ciudadanos son básicamente periodistas, profesores universitarios y académicos. 
 
La tesis de Vergara presenta la economía y la política como dos dimensiones separadas en la realidad. Ya vino el crecimiento, ahora toca que venga la ciudadanía. Aquí el problema es suponer que se puede hacer economía sin hacer política.
Por otro lado, Vergara califica de “exitoso” el modelo neoliberal. ¿Es tanto así? Es cierto que, comparado con la década de 1980, las reformas neoliberales aportaron estabilidad macroeconómica, control de la inflación, incremento de la inversión privada y reducción de la pobreza por la vía del aumento del empleo. Pero ¿qué tan sostenible es este crecimiento? En la historia del Perú contamos con periodos similares de crecimiento asociados a los ciclos de exportación de materias primas (la era del guano, la República Aristocrática y la post Segunda Guerra Mundial) como para no estar advertidos de la vulnerabilidad de este crecimiento. En realidad, nuestro crecimiento se debe, antes que al desarrollo de las fuerzas productivas, al “súper ciclo” de los precios de los comodities y del desarrollo de China.2 Como este crecimiento ocurre paralelamente a la reconcentración del ingreso, se ahondan las desigualdades, y sus beneficios llegan principalmente a los sectores urbanos y mejor vinculados con la economía de exportación. Asimismo, empeoran las condiciones de los sectores que no pueden engancharse con la economía de mercado y deben padecer las consecuencias de la inflación de precios. Se entiende, entonces, que el modelo no resulte exitoso para el tercio del electorado que voto por Humala en la primera vuela y que una mayoría rechazara en la segunda vuelta a la candidata que representaba la continuidad intacta del modelo neoliberal. 
 
Una última cuestión es que la tesis de Vergara presenta la economía y la política como dos dimensiones separadas en la realidad. Ya vino el crecimiento, ahora toca que venga la ciudadanía. Aquí el problema es suponer que se puede hacer economía sin hacer política. ¿No es acaso la propia tecnocracia neoliberal que creó las “islas de eficiencia” (BCR, Sunat, SBS y otras) la que bloquea las reformas institucionales de sectores como educación y salud? La reciente desavenencia entre el premier Villanueva y el ministro Castilla sobre el sueldo mínimo vital es ilustrativa de que los neoliberales no están dispuestos a ampliar la institucionalidad y la representación en el Estado de sectores sin capacidad de presión. Casi 25 años de neoliberalismo deberían bastar para darnos cuenta de que no llegará una segunda etapa institucional. Como se dijo, para construir institucionalidad y ciudadanía será necesario salirnos del modelo neoliberal. Esto no significa desechar la economía de mercado, sino integrarla a un modelo de sociedad en el que prevalezca la democracia, el bienestar general, la igualdad de oportunidades y el respeto a la diversidad cultural. La economía de mercado no es patrimonio del neoliberalismo, y la administración de economías de libre mercado por “partidos de izquierda” muestra que hacerlo es posible. Quisiera cerrar estos comentarios reseña con una cita de Rousseau, en la que advierte que la democracia no era compatible con las desigualdades, y que pareciera ser escrita para contradecir el credo neoliberal: 
 
Y en cuanto a la riqueza, que ningún ciudadano sea suficientemente opulento para poder comprar a otro, ni ninguno bastante pobre para ser obligado a venderse […] igualdad en los rangos y en las fortunas, sin lo cual la igualdad de derechos y de au-toridad no podría subsistir mucho tiempo.3


Autor: Rolando Rojas
Fuente: Revista Argumentos

 

* Historiador, Investigador del Instituto de Estudios Peruanos
1 Harvey, David (2007). Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Akal. 
2 Campodónico, Humberto. “Se acaba el súper ciclo”. La República, 10 de febrero de 2014.
3  Rousseau, Jean Jacobo (1993). El contrato social o principio de derecho político. Barcelona: Atalaya, p. 62. 

Oswaldo Reynoso / LA TINTA DE LA PASIÓN

1.
Oswaldo Reynoso me muestra dos de sus últimos manuscritos en su departamento del distrito de Jesús María y el sol pega fuerte tras las ventanas y cortinas de aquella tarde memoriosa. Y nos hemos puesto a recordar aquellos años de los sesenta cuando publicó Los inocentes o Lima en Rock (1961), su primer libro de cuentos, y su novela En octubre no hay milagros (1966). Entonces yo, todavía corito, como dicen en Arequipa,  llegaba a su casa de Santa Cruz en la calle Toribio Pacheco para recoger sus libros y llevarlos a la librería de mi padre. Sus libros siempre tuvieron lectores, los jóvenes. Y muchos detractores, los viejos. Así de simple, como le gusta a Reynoso hablar. Las cosas por su nombre.
Y es que conversar con el escritor arequipeño –nació un 10 de abril de 1931 en la Ciudad Blanca–, es regresar a los orígenes de la literatura última en estos confines. Reynoso luce su cabello blanco y sus recuerdos. Y entonces me dice que él fue uno de los escritores que revitalizó el género de la crónica. Regresaba de Maracay en Venezuela en 1964 y le pidió a Walter Peñaloza que le dieran un espacio en el diario Expreso. Así fue a caer en manos de un tal Francisco Vallebuona Cárdenas o Eugenio Buona. “No soy periodista, le dijo, pero sé escribir”.  Así, le dieron como permio una columna que Reynoso bautizó como “Sucedió en Lima”. Pero no lo miraban bien. En ese espacio Reynoso escribiría apenas diez columnas que era retratos de Lima desde sus personajes, sucesos y lugares. Su presencia fue pasajera en menos de tres meses pero el estilo deslumbró a todos.
Reynoso ya no bebe. Entonces le recuerdo que hace unos meses nos encontramos en las ferias de libros de Pacasmayo y de Bernal (Piura) y que nos tomamos un vaso de cerveza en cada sitio para el calor. Y punto. Es que Reynoso es un viajero impenitente. Y uno está seguro cuando lo encuentra en un parque de Tacna o en la Universidad San Agustín de Arequipa disertando sobre sus libros, sobre la literatura en general. Y cuando uno le pregunta si es poeta o narrador él dice que es escritor de literatura. Ese género que ahora ejerce con tranquilidad y con mayor tiempo para escribir. Y entonces me habla de disciplina, que la  creación literaria es el resultado de un trabajo persistente, coherente y consciente. Y que para eso tarea no hay necesidad de alcoholizarse o drogarse, ni de amanecerse todos los días.
2.
Y ahora me está leyendo su cuento Examen final. Y cada frase y cada imagen explican que el escritor no ha perdido esa belleza encarnada en su genio creativo. Debo confesarlo, entre su casa y la mía apenas hay tres cuadras. Por eso siempre nos encontramos en el supermercado y nos olvidamos de las ofertas y nos ponemos a conversar de la literatura. Y es cierto, ahora sé que Reynoso está con problemas con la presión alta pero que eso no impide que escriba. “Yo de pronto empiezo a escribir ¿Sabes? Yo escribo cuando me da la gana. Escribo 2 horas y lo dejo. Eso sí, uso muchos los diccionarios. ¿Sabes? Es que tengo un compromiso con el lenguaje, con recuperar términos y buscar la belleza extrema en la expresión escrita”.
Y cuando se le pregunta cómo siente a este Perú que heredamos del ‘fujimontesinismo’ se fastidia. Y entonces alza la voz para decir que las derechas y los reaccionarios han impuesto la norma del oscurantismo, que ya no existe una literatura crítica y cuestionadora. Así hay escritores que cuando crean miran la pared (se refiere a sus bibliotecas) otros se miran el ombligo (hablan de ellos mismos) y los otros que solo miran el piso (solo donde están parados).  Entonces no se lee a Vallejo o a Arguedas, Dizque son escritores pesimistas que no ayudan al peruano emprendedor y “aspiracional” (el neologismo es de la Universidad del Pacífico). Así, la educación se ha convertido en una operación bancario y las universidad en un negocio despiadados donde los egresado solo engrosan las filas de las empresas robóticas.
Sus influencias creativas de Reynoso están en Rimbaud, Verlaine,  Baudelaire  y Gide. Pero antes de publicar su primer libros reconoce que leyó cuando joven  La casa de cartón de Adán y Duque de Diez Canseco y quedó impresionado con el uso del lenguaje. Son libros que utilizan  algunos elementos del habla popular, o temas como la homosexualidad, pero que aparecen en sus relatos como algo artificial. Hasta el año 60 tanto ese lenguaje como un tema como la homosexualidad estaban un poco al margen. “Ahora, con el tiempo, creo que lo más importante de mis obras es el empleo del lenguaje, asumir vivencialmente el lenguaje popular, la jerga, entendido como lenguaje poético. La jerga aparece como una necesidad expresiva de mis personajes para crear el ambiente y su propia problemática. Porque anteriormente los escritores del Perú eran muy pudorosos, escribían dentro del estándar de las formas cultas”,  dice.
Reynoso vive solo. Él se encarga de sus cosas, cocina muy bien, su fuerte son las pastas y tiene una trabajadora del hogar que le hace la limpieza de su departamento. En sus paredes se leen datzibaos chinos (afiches redactados por ciudadanos comunes con un tema político o moral y pegados en muros) que recuerdan su estadía de doce años en China. También hay un biombo de seda y máscaras de la Opera de Pekín con sus largos bigotes y cabellos lacios. Reynoso sabía que en China iba a sentir la belleza de la otra mitad del mundo y en efecto, de esta experiencia es su novela Los eunucos inmortales (1995) amén de haber conocido a decenas de amigos y recordar hoy las atroces imágenes de la represión en la Plaza Tian An Men.
3.
Cuando me muestra su manuscrito llamado provisionalmente Arequipa, lámpara incandescente, sus ojos brillan con aquella satisfacción del maestro. ¿Qué es, cuentos, novela? Le pregunto. “No, me responde, es literatura”. Son estampas de mi vida y siempre como interlocutor un joven a quien hay que explicarle sobre la real y la ficcional. Reynoso tiene su PC bien aceitada. Cuando escribe se encierra en su estudio, desconecta el teléfono y sin prisa, lee y relee. Luego imprime su texto. Y ahí comienza el proceso de la perfección de su obra. Ahora me está enseñando sus 4 borradores que le han permitido tener esta quinta versión de su libro ya terminado y forrado como trabajo universitario. Reynoso es creador pero es más exigente con el orden y la perfección.
Y ahora nos estamos acordando de algunos amigos que ya se murieron, del poeta Manuel Morales y dos de sus grandes poemas: Si tienes un amigo que toca tambor, o el otro: Réquiem para el sordomudo Jack Quintanilla. Y ahora, casi solemne, habla de Martín Adán, quien tuvo una vida desgraciada pero que él respeta por su obra, especialmente su Travesía de extramares. Y cierto, que no es justo que hoy exista en el olvido. Y ahora está reflexionando sobre el sicoanálisis y su amistad con Leopoldo Chiappo y Sigfredo Luza. Y es cierto también que Reynoso, que fue profesor tanto tiempo en La Cantuta, me habla como a un amigo. Y siempre será mi amigo. Porque es cierto que existe una admiración por su obra literaria pero más por su vida. Este hombre que fundara el llamado “realismo urbano” y que es un ser apacible y de miles de amigos, sabe que ya está en la eternidad de los libros.  Pero es más, sabe que será eterno en el corazón de muchos, que lo queremos y lo admiramos.
4.
ME ESTOY QUEDANDO CADA VEZ MÁS SOLO. “Yo nací en 1931 en Arequipa. Mis padres eran tacneños. Eran los tiempos de la dominación chilena.  Mi padre se fue a Bolivia y mi madre a Arequipa donde luego de 4 años se volvieron a reunir. Mi padre fue contador de la universidad en Arequipa. Y yo estudié allí. Es verdad pero creo que me estoy quedando cada vez más solo. Nosotros somos 14 hermanos de los cuales solo quedan vivos 2. Si la juventud es la entrada a la vida a los 20 años. A partir de los 60 la vejez es la salida de la vida. Ahora que me doy cuenta, también he comenzado a tachar a mis amigos de mi agenda. No porque no los estime sino porque ya se murieron. Yo siempre he sido místico y me han gustado los ritos. Me encantaban esas misas solemnes en la Catedral y en las oscuras iglesias de sillar de Arequipa. Con órganos, coros, ornamentos, cirios de colores, los altares dorados o plateados, las vestimentas especiales de los curas. Años después me encantó enterarme de lo que Wagner decía: ‘La misa no es más que una ópera para el pueblo”.

Este texto fue publicado en VARIEDADES y forma parte del libro TU MALA CANALLADA que se edita en julio del 2014.

Autor: Eloy Jáuregui
Fuente: cangrejo negro

viernes, 18 de abril de 2014

Gabo ya es inmortal


El amor que no se atreve a llamarse por su nombre(*)

Creo que fue en el año 1986 que Tito Flores Galindo nos propuso en una reunión en Sur que invitáramos a Oscar Ugarteche. Como la incorporación de nuevos miembros se hacía por acuerdo unánime teníamos por costumbre invitar a aquellos que nos interesaban a aportar con el colectivo con trabajo concreto por algún tiempo, para después, si todos estábamos de acuerdo, invitarlos formalmente a incorporarse como miembros plenos.
En ese momento, la propuesta de Tito era audaz. Oscar era un personaje destacado como fundador y dirigente del Movimiento Homosexual de Lima MHOL. En ese entonces eran muy pocos quienes se atrevían a dar la cara públicamente y Oscar era uno de los más destacados. La situación que vivían los homosexuales, cuando la epidemia del sida creaba un pánico universal, está muy bien explicada en la página web del MHOL: “En una sociedad tan reprimida e influenciada por el catolicismo y el machismo como lo es la sociedad peruana, el espacio para la lucha no eran las calles sino el espacio privado, la identidad, o en otras palabras, romper las puertas del clóset y ese fue el objetivo inicial del MHOL”. Nació así el colectivo gay más antiguo de América Latina.

En Sur la discusión fue breve, pues todos estábamos de acuerdo. Pretendíamos constituir un espacio de encuentro y debate en torno a la izquierda y el socialismo y considerábamos importante vincularnos con un sector de la sociedad peruana marginado y atropellado en sus derechos. Por otra parte, hasta el título de nuestra revista, “Márgenes”, era un manifiesto sobre el papel que pretendíamos jugar en el debate nacional.

Una mañana entré a Sur y ahí estaba Oscar, siempre afable, agudo y abierto al diálogo. Intercambiamos sonrisas, nos pusimos cómodos para conversar y sin más preámbulo lo sometí al que debe haber sido uno de los interrogatorios más despiadados que ha tenido que responder sobre su condición de homosexual. “El odio –le dije– viene del miedo y el miedo de la ignorancia. Cuando conozco algo dejo de temerlo, así que quiero que me expliques con detalle qué es ser un homosexual”.

Aparentemente le divirtió mucho mi presentación e iniciamos un largo diálogo que todavía continúa. Hablamos largamente de lo que son la vida cotidiana, los afectos, el deseo, la vida de pareja, ambos muy divertidos de encontrar cómo muchos de los problemas que afrontamos los heterosexuales en nuestras relaciones de pareja son también el pan de cada día en los conflictos que viven las parejas homosexuales. Fue conmovedor compartir su relato sobre cómo pasó de ser un varón heterosexual atractivo y exitoso a descubrir un vacío en su vida que no podía llenar con nuevas conquistas, hasta finalmente aceptar que el problema era de otra naturaleza: amaba a los hombres.

Para entonces yo ya había hecho algunas lecturas sobre la historia de la homosexualidad. Había leído asombrado las teorías que en la segunda mitad del siglo XIX tejían los médicos en torno a lo que consideraban una enfermedad a curar. Es sorprendente cómo muchas de las cosas que se sostenían entonces siguen siendo el sentido común de mucha gente 150 años después: que los homosexuales quieren ser del sexo opuesto, que se trata de una inversión sexual, que el heterosexual es el activo y el homosexual el pasivo (lamento aguarles la fiesta a muchos machotes: son tan homosexuales el primero como el segundo), etcétera. La cuestión es mucho más simple: un homosexual se siente atraído por personas de su mismo sexo y nada más.

Le dije a Oscar que la palabra “maricón” les creaba una mala imagen. “No, me dijo con flema, maricones somos nosotros, los otros son cobardes, y comprenderás que para dar la cara en estas circunstancias no se puede ser un cobarde”. Un amigo boliviano, Ricardo Calla, resumió bien lo que es nuestra opinión sobre Ugarteche: “Oscar es el maricón más macho que he conocido en mi vida”. A propósito, Oscar llegó a ser director de Sur.

Por eso estuve en la marcha por la igualdad el sábado pasado con mi lesión a la columna y todo. Porque la lucha sacrificada de muchos bravos anónimos para que se les reconozcan derechos a miles de peruanos maltratados, marginados, estigmatizados ha abierto finalmente brecha. Es hora de que el Estado asegure la protección de sus derechos como lo manda la Constitución y lo reclaman altos foros internacionales, la ONU incluida.
* La frase pertenece a Oscar Wilde, condenado a prisión
por homosexual.

Autor: Nelson Manrique
Fuente: La República

lunes, 14 de abril de 2014

Julio Cotler: “Áncash es la manifestación del peligro que existe en el Perú”

Presentar a Julio Cotler es casi un ejercicio ocioso. Son de sobra conocidos sus méritos intelectuales, académicos. Además, es una persona de profundas convicciones democráticas. Dos ejemplos: partió expulsado a México durante el velasquismo por cuestionar la pretensión militar de llevar adelante la democratización de la sociedad por la vía autoritaria, y ha sido –siempre– un feroz crítico del fujimorismo, expresión política que, asegura, va en contra de sus principios. Niega ser un pesimista. Prefiere definirse a sí mismo como alguien realista. En la siguiente entrevista habla de la violencia en Áncash, de Ollanta Humala, de Nadine Heredia, de las nuevas tecnologías, de sus yerros, de sus años mozos de estudiante en San Marcos. Vale la pena leerlo, como siempre.

En el prefacio de la nueva edición de “Clases, Estado y Nación en el Perú” usted cita al español Manuel Azaña: “cuando el Estado desaparece, aparecen las tribus”. Como que la frase define un poco lo que vemos que ocurre en Áncash, ¿no?

Es eso. Digámoslo así: nunca tuvimos un Estado fuerte. En las últimas décadas hemos tenido todo un proceso de movilidad geográfica, asociada con una movilidad social, con luchas permanentes. Y Chimbote siempre fue una ciudad caótica, con extorsión. Una ciudad en la que grupos fácticos desarrollaban poder, como en toda ciudad-puerto. Encima, el gobierno de Áncash tiene los ingresos que tiene y no hay control estatal. Y mire el Vraem, Puno, Tumbes. La otra vez me contaban que los exterrucos en las alturas de Ayacucho están dominando terrenos a la fuerza, haciendo justicia por su propio lado. Estado significa capacidad de regular, de controlar y de hacer que la gente respete las normas y se convenza de la necesidad de respetarlas. Conseguir la legitimidad no es algo tan fácil.
¿Es Áncash un reflejo del fracaso del Estado peruano?

Para que algo fracase, significa que en determinado momento estuvo bien. No, la palabra que usa no me gusta. Áncash es la manifestación del peligro que existe en el Perú. El Estado central está inhabilitado para ejercer el poder que debería tener. El poder en el Perú no está centralizado, nunca lo estuvo.

¿Es un poder muy disperso?

Muy delegado a poderes locales. El Perú es central en las decisiones del gobierno, no en la capacidad de ejecutar esas decisiones. Se habla de la descentralización. Yo siempre pregunto, ¿qué cosa vas a descentralizar si no estás centralizado? Y eso es lo que ha sucedido: se le ha dado poderes a las regiones sin que haya élites regionales, o capacidad en esas regiones para ejecutar decisiones. Y ocurre lo que ocurre. El Perú es un país que necesita un Estado central fuerte, en el buen sentido de la palabra, para que se le reconozcan sus atribuciones. Mire cómo maneja la gente en Lima. No se tienen por qué hacer juicios muy abstractos. Mientras la gente no interiorice normas, se pueden poner los policías y las papeletas que usted quiera, y no se va a solucionar.

En ese mismo prefacio, usted señala que si no se resuelven la debilidad estatal, la capacidad institucional para atender demandas y la frivolidad e improvisación de la clase política, se pueden terminar “desgarrando los tejidos sociales que dan sentido de pertenencia y referencia a los peruanos”. Es una premonición tremenda.

La historia es lo que es y sin embargo tomamos café y salimos a la calle con un cierto grado de seguridad. Mal que bien las cosas continúan. Eso es lo sorprendente. En el año 81 le hacía una entrevista a Nick Asheshov (periodista) y yo le preguntaba por el Perú y él me decía que era una maravilla, porque haces ‘click’ y se prende la luz, o abres el caño y sale agua. Hoy en día puedes decir exactamente lo mismo. Yo, a estas alturas de mi vida, pienso que de repente tenemos referencias normativas muy elevadas, ¿no? Quisiéramos ser Chile, los peruanos vivimos pensando en por qué no somos como Chile.

Obsesionados, ¿no?

Claro, es un poco como preguntarse por qué no somos ingleses. Sin embargo, la historia da cuenta de la lentitud de los procesos sociales, de las formaciones institucionales, y si hay algo definitivo es que las instituciones, para asentarse, requieren tiempo.

Pero ya llevamos un buen tiempo como país.

Bueno, pero las transformaciones que el Perú viene sufriendo en los últimos años son inenarrables. Son transformaciones súbitas, abruptas. Un ejemplo: en el año 59 había 18 mil estudiantes universitarios, al final de los sesenta eran medio millón. Mire esa violencia en los cambios. Ahora, otra cosa: sí hay sicarios y todo eso, aunque tampoco es como para decir que ya estamos dominados como en Michoacán o Tamaulipas. La percepción de los peruanos es que estamos en una situación peor que en México, Brasil, Argentina o Venezuela.

En “Clases, Estado y Nación” usted dice que una de las causas por las que no somos un estado-nación es por los rezagos de la sociedad colonial. ¿Percibe esos rezagos en la actualidad?

A ver, obviamente que en el Perú hay racismo, como en todas partes del mundo, pero hoy no es dable expresar ese racismo porque sería algo muy criticado. No quiero decir que no haya comportamientos racistas, pero son vergonzantes. Del otro lado, una serie de procesos dan cuenta de la movilidad de representantes de los grupos discriminados. Queda mucho, desde luego, pero hay mucho que ha cambiado.

¿Para bien?

Desde luego, y eso desde que te encuentras con cerca de un millón de estudiantes universitarios.

¿Ha moderado su pesimismo, o me equivoco?

No es que lo haya moderado. No soy pesimista. Esa es una de las cosas que me cargan. Yo soy realista y por eso me dicen pesimista. Por ejemplo, decir que la economía anda muy bien cuando el 80% de los jóvenes es informal, eso es algo que no lo entiendo. ¿Cómo se puede decir que anda bien la economía?

¿Porque crece el PBI?

Ojo, en la medida en que crezca más el producto y haya menos posibilidad de acceder al sector formal, la crisis social se va a agudizar. ¿Cómo va a desembocar ello? No creo que en formas tranquilas, necesariamente. Perú es uno de los países del mundo con un sector informal más grande. En América Latina solo Paraguay y El Salvador están en iguales condiciones. Y por el otro lado, me hablan de este famoso “emprendedurismo”…

Claro, el que se la juega sola y trata de salir adelante.

Es gente que vive de cachuelos, o de formas muy marginales. ¿Hasta dónde la gente puede tolerar eso, sobre todo en situaciones de cambio y crecimiento? Piense en La Parada. Su cierre significó que cientos de personas perdieran sus puestos de trabajos, desde la señora que vendía camote frito, hasta el portero y el cargador. No se trata de moderar el crecimiento, se trata de analizar los riesgos.

Si tuviéramos un crecimiento económico que mejorara las condiciones generales, con un Estado que más o menos pudiera regular y controlar, uno estaría algo tranquilo. ¿Pero acá? Uno no puede estarlo.

El Estado primero es seguridad. El Estado que no garantiza la seguridad, no es tal.

En una entrevista que le hace Martín Tanaka, antes de la segunda vuelta del 2011, usted dice que de ganar Humala “tendría muchas dificultades para ejercer un poder muy fuerte, porque ni él es político ni tiene equipo político”. ¿Sigue pensando igual?

Más o menos, sí.

¿Humala no tiene poder?

No, claro que tiene poder, pero es muy restringido. En general todos los presidentes en el Perú tienen poderes muy restringidos. ¿En dónde funcionan bien las cosas en el Perú? En el Ministerio de Economía y Finanzas, en la Superintendencia de Bancos. ¿Pero dónde funciona mal? En sectores como salud, educación.

¿En los sectores donde se necesita hacer política?

Exacto. Cuando hablo de equipo, no hablo de uno de técnicos. Hablo de un equipo que trabaje colectivamente para lograr determinados propósitos.

¿Humala todavía no aprende a hacer política?

Debe haber aprendido algo, no sé si lo necesario. ¿Alguna vez habla con los congresistas de su partido? ¿Se pone de acuerdo con ellos en alguna plataforma de propuestas? ¿Existe el Partido Nacionalista, o solo existe Nadine representándolo? Si no existen partidos, colectividades políticas, es muy difícil gobernar democráticamente.

Ya que la menciona. ¿Qué le sugiere Nadine? ¿Cree que tiene la influencia que se le atribuye?

Debe tener mucha influencia en las decisiones que se toman, en la elección de personas. Sí, no me sorprendería y no tendría por qué llamar a sorpresa. Se escandalizan mucho acá de que Nadine tenga un poder informal, en un país en donde la informalidad está generalizada. ¿Por qué tanto escándalo? Claro, no debería ser tan…

¿Obvia?

Sí, obvia. Pero ese creo que ya es un problema de personalidades.

En la misma entrevista con Tanaka, usted dice que se “acabó el ciclo histórico de los partidos más antiguos del Perú”. ¿A qué se refiere?

Mire, los partidos políticos tradicionales estuvieron formados durante el periodo oligárquico, y eso se acabó. Velasco les cortó el piso. Con Twitter, Facebook, la forma en que se desarrollan los liderazgos es totalmente diferente. Uno ya no tiene que ir al local partidario para conocer la línea política.

Basta leer el Twitter de Alan García, digamos.

Es que estamos en otro tipo de sociedad, en otro tipo de organización social, con otras demandas. ¿Para qué usted va a leer a estas alturas a Haya de la Torre?

¿Por curiosidad histórica?

Ah, claro, pero esos planteamientos de los años veinte o treinta ya no tienen vigencia en el momento actual. Por eso, ese ciclo de vida ya se terminó. Y no tiene nada de particular, ¿eh? No he hecho ninguna declaración de muerte.

Causó algo de revuelo aquella comparación que hizo de García con Alberto Fujimori y Abimael Guzmán.

Una declaración esperpéntica. Demasiado…

¿Se arrepiente?

No, pero han hecho tanta bulla con eso. Pero sí pues, estos individuos declararon la muerte a una sociedad y ahora hay una recomposición que va a durar no sé cuánto. Ya no estaré para verla, seguramente.

Usted es un severo crítico del fujimorismo. ¿Se vería votando por Keiko en alguna situación?

No. Significaría traicionarme en muchas cosas, traicionar la visión que tengo del país, de lo que quiero para el Perú. El fujimorismo y el montesinismo me resultan, no quiero decir repugnantes, sí lo más contrario a mis principios. ¿Qué es Áncash? La 'centralita', compra de diarios. Montesinos, pues.

Hace un tiempo le escuché decir que en el Perú no se puede decir lo que ocurrirá ni en diez días.

Es así.

Sin embargo, a usted lo buscan como predictor de acontecimientos. Es un riesgo, ¿no? Recuerdo que predijo que a la segunda vuelta del 2011 pasarían PPK y Alejandro Toledo. No pasó ni uno de los dos.

¿Le molesta que le soliciten este tipo de predicciones?

Sí. Porque acá es posible que en 24 horas aparezca un candidato y arrase con todo. Y entonces uno queda en ridículo. Y yo quedé en ridículo, por supuesto. Se acabó la historia. No asumí lo que yo vengo diciendo: que el Perú es impredecible. A veces a uno se le suelta la lengua, irresponsablemente.

Bueno, no solamente a usted. Todos opinamos.

Ese es otro cambio. De repente, sin saberlo, en las redes un fulano puede tener más influencia de la que yo o cualquiera de los supuestos gurús pudiera tener. De hecho, a mí me cuentan de gente con miles de seguidores en Twitter o blogs, mucho más influyentes que quienes escribimos. ¿De qué manera el mundo del Twitter tiene más influencia que el mundo académico?

¿Le preocupa eso?

Bueno, eso pasa en todas partes del mundo. Se habla mucho de la crisis de los intelectuales. Esa es la nueva sociedad que se está creando. Con las nuevas tecnologías de información o de aprendizaje, uno se pregunta si de aquí a diez años subsistirán o tendrán alguna función las universidades.

“PANIAGUA ES UN POLÍTICO AL QUE RESCATARÍA, UN REPUBLICANO”

Los peruanos solemos referirnos en muy malos términos de nuestros políticos. ¿Nunca se ha puesto a pensar en que quizás alguno, contemporáneo, no ha sido lo suficientemente reconocido?

Hay una primera cosa ahí. Un ministro alemán decía que si uno quiere recoger aplausos, entonces la solución infalible es hablar mal de los políticos. Toda la vida se habla mal de los políticos por razones muy obvias, entre ellas porque se apropian de una representación que no siempre se les concede. No es un rol muy feliz, que digamos, ¿cierto? Ahora, sobre su pregunta… (piensa).

¿No hay?

No, no quiero decir eso. Estoy pensando. Si me remito al ideal, diría que ninguno.

¿Es una pregunta complicada?

Es una pregunta muy complicada. Mire, Valentín Paniagua fue quien estuvo lo más cercano a mi…

¿Ideal?

No ideal, pero sí es alguien que merecía respeto, aunque no tuvo la decisión de hacer un par de cosas fundamentales.

¿Cuáles?

Para empezar, quedarse un par de años.

Bueno, el suyo era un gobierno de transición.

Y tampoco hizo la suficiente depuración. Claro, él era una persona muy respetuosa de las leyes, de los procedimientos, y prefirió dejar el campo libre para los que siguieran. Digamos que Paniagua es alguien a quien yo rescataría, un republicano.

Y qué mal que le pagamos en la campaña del 2006.

Por supuesto, es que estamos en el Perú, ¿cierto?

¿Piensa seguir votando en las elecciones que vengan? La ley ya no lo obliga.

Hasta ahora he votado. Dependerá de cómo se presente la situación. Lo que pasa es que mi mujer me arrastra para que vaya a votar. Ella es una militante ciudadana.

Leí declaraciones suyas recordando con nostalgia su pasado escolar. ¿Lo marcó mucho?

Nostalgia, no. Con mucho reconocimiento. En el colegio aprendí a respetar opiniones diferentes, había un nivel de tolerancia de parte de los profesores impresionante. Mi grupo de amigos en cuarto y quinto de media era formidable. Y en la universidad, lo mismo. Yo no recuerdo tanto los cursos o los profesores. Recuerdo más el patio de letras (en San Marcos), o el café Palermo.

Autor: Enrique Patriau