miércoles, 16 de noviembre de 2016

Durante el horror de una profunda noche. Reflexiones sobre las recientes elecciones en EEUU

 
 
Alain Badiou
 
Estaba pensando en un verso de la poesía francesa, que de hecho pertenece a Racine. Es una hermosa, hermosa frase. En francés: “C´était pendant l’horreur d’une profonde nuit”. En inglés: “It was during the horror of a profund night” (y en español: “Esto fue durante el horror de una profunda noche”.) Quizás Racine estaba pensando en la elección de Trump. Fue durante el horror de una profunda noche. Y entonces, es como una obligación para mí hablar, discutir, esta clase de acontecimiento, en un sentido negativo, porque es imposible para mí estar aquí frente a ustedes y hablar de algo muy interesante en términos académicos. Pienso que es una necesidad pensar, discutir, qué pasó durante el horror de la noche profunda, justamente ayer. Ustedes saben que para mí, pero creo que también para mucha gente, esto fue, en algún modo, una especie de sorpresa. Y a menudo estamos, con esta clase de sorpresas, bajo las leyes de ciertos afectos: miedo, depresión, rabia, pánico… Pero sabemos filosóficamente que todos estos afectos no son realmente buenas reacciones porque, en cierto sentido, es demasiado afecto frente al enemigo. Y en consecuencia, creo que es necesario pensar más allá de los afectos, del miedo, de la depresión y de todo eso, pensar en la situación de hoy, en la situación del mundo hoy, donde algo parece que es posible, como que alguien como Trump se convierta en presidente de los Estados Unidos. Y en consecuencia, esta tarde mi objetivo es presentar no exactamente una explicación, sino una clarificación de la posibilidad de algo como esto, y también algunas referencias, sometidas a la discusión, concernientes a lo que debemos hacer después de esto, qué debemos hacer, lo cual no es precisamente estar sometidos a los afectos, a los sentimientos negativos, sino en el nivel del pensamiento, de la acción, de la determinación política, etcétera.

Entonces, comenzaré con una visión muy general no sobre la situación actual de los Estados Unidos, sino de la situación del mundo hoy. ¿Qué es el mundo de hoy donde esta clase de cosas es posible? Y pienso que la cuestión más importante para comenzar es la victoria histórica del capitalismo globalizado. Debemos estar frente a este hecho. De algún modo, desde los años 80 del siglo pasado hasta hoy, desde hace 40 años, o sea alrededor de medio siglo, tenemos la victoria histórica del capitalismo globalizado por muchas razones. Primero, naturalmente, la caída completa de los Estados socialistas –Rusia, China- y en general la caída de la visión colectivista de la economía y de las leyes sociales de los pueblos. Y este tema no es un tema pequeño. Este punto es realmente un cambio no solo en la situación objetiva del mundo actual, sino quizás también en el nivel de la subjetividad. Durante más de dos siglos, en la opinión pública siempre existieron dos caminos concernientes al destino del ser humano. Podemos decir que aproximadamente desde antes de la década de 1980, tenemos siempre, desde un nivel muy general, desde un nivel general subjetivo, dos posibilidades referidas al destino histórico del ser humano. Primero, el camino del liberalismo en el sentido clásico. Aquí, liberal tiene muchos significados, pero yo tomo la palabra liberal en su sentido primitivo, esto significa fundamentalmente que la propiedad privada es la clave de la organización social, a costa de enormes desigualdades, pero el precio es el precio. En el final, para el liberalismo, la propiedad privada debería ser a su vez la clave para la organización social. Y del otro lado tenemos el camino socialista, el camino comunista –hay diferentes palabras- en su sentido abstracto, o sea el camino hacia el fin de las desigualdades aun cuando el precio sea la revolución violenta. Así, de un lado tenemos una pacífica visión de la historia como una continuación de algo que es muy viejo, o sea la propiedad privada, como la clave de la organización social, y en el otro lado, algo nuevo, algo que probablemente comienza con la Revolución Francesa, que es la propuesta de otro camino, como continuidad de la existencia histórica del ser humano que debe aceptar una ruptura entre una muy larga secuencia donde las desigualdades, la propiedad privada, etcétera, son las leyes de la existencia colectiva, y otra visión que es esta suerte de destino, donde lo más importante -siendo de hecho una cuestión de igualdad o desigualdad y este conflicto entre liberalismo en su clásico sentido y la nueva idea bajo diferentes denominaciones: anarquismo, comunismo, socialismo, etcétera- es probablemente el gran significado del siglo XIX y también de una gran parte del siglo siguiente.  
Durante aproximadamente dos siglos tenemos entonces algo así como una elección estratégica que concierne no solo a los acontecimientos políticos locales, las obligaciones nacionales, las guerras, y todo eso, sino que comprende también cual es realmente el destino histórico de los seres humanos de ese modo, el destino histórico de la construcción de la humanidad de ese modo. En algún sentido, nuestro tiempo, desde los 80 hasta hoy, es el tiempo del aparente final de este camino. La progresiva desaparición de esta clase de opción. Hoy tenemos de hecho la idea dominante de que no existe una idea global, de que no hay otra solución. Ese fue el mundo de Thatcher: no hay otra solución. No hay otra solución exceptuando, naturalmente, el liberalismo o lo que generalmente hoy llamamos el neoliberalismo. No hay otra solución. Y este punto es muy importante porque la misma Thatcher no dijo que esta solución era una solución muy buena. Ese no era el problema para ella. El problema es que es la única solución. Ustedes lo ven en la propaganda contemporánea: la cuestión no es decir que el capitalismo globalizado es excelente, porque está claro que no lo es. Todos saben esto. Todos saben que las monstruosas desigualdades no pueden ser una solución para el destino histórico de la humanidad, todos saben esto. Pero el argumento es: “Muy bien, esto no es muy bueno, pero es la única posibilidad real”. Y entonces, según mi opinión, la definición de nuestro tiempo es imponer a la humanidad a escala mundial, la convicción de que hay solo un camino para la historia de los seres humanos. Y sin decir que este camino es excelente, que este camino es un camino muy bueno, sino diciendo que no hay otra solución, no hay otro camino.
Podemos definir así nuestro momento como el momento de la convicción  primitiva del liberalismo, el dominio bajo la forma que componen la propiedad privada y el libre mercado como único destino posible de los seres humanos. Y esto es también una definición de un sujeto humano. ¿Qué es, en esta visión, un sujeto humano? Un sujeto humano es un mendigo, un consumidor, un ganador, o nada de nada. Esta es la estricta definición de qué es hoy un ser humano. Esta es la visión general, el problema general, y la ley general del mundo contemporáneo.
Ahora, ¿cuáles son los efectos políticos de todo esto, en el nivel de la vida política? ¿Cuáles son las consecuencias de esta visión dominante del mundo en la cual podemos encontrar un solo camino? Todos los gobiernos deben aceptar que este es el caso; en el mundo de hoy no podemos estar en la dirección del Estado sin la aceptación de la visión de la unicidad del camino. No tenemos un gobierno en el mundo que esté diciendo otra cosa. ¿Y por qué? Porque, finalmente, si examinamos la posición del gobierno “socialista” francés, de la “dictadura” del Partido Comunista Chino, del gobierno de los Estados Unidos, del gobierno de Japón, de la India, todos dicen la misma cosa, que el capitalismo globalizado es el único camino para la existencia de los seres humanos. Pienso que toda decisión política, en el nivel de los Estados, hoy, es en estricta dependencia de lo que yo llamo un “monstruo”: capitalismo globalizado y sus desigualdades.  En un sentido, no es cierto que un gobierno hoy sea algo libre. No es libre para nada. Está dentro de la decisión global, y debe afirmar que lo que está haciendo es en dependencia de esta interioridad de la decisión global. Y el monstruo es más y más monstruo. Nosotros debemos conocer la situación real con respecto a las desigualdades. Tenemos el fenómeno fundamental de la concentración del capital; la concentración del capital de nuestros días es algo extraordinario. Debemos saber que en la actualidad 264 personas son propietarios del equivalente de 3 billones de personas. Es mucho más que en la época primitiva de las monarquías. Hoy la desigualdad es mucho más importante que en ninguna otra etapa de la historia de los seres humanos. Y entonces, esta clase de monstruo histórico, que también se presenta como el único camino para la existencia de la humanidad, se da realmente en la dinámica de cada vez más y más desigualdades, y no finalmente de más y más libertad.
Y la posición actual del Estado es la misma en todos lados. Está aceptada por el gobierno francés, por el Partido Comunista Chino, por el poder de Putin en Rusia, por el Estado Islámico de Siria, y naturalmente es también la regla para el presidente de los Estados Unidos. Entonces, progresivamente y esta es la consecuencia más importante sobre la elección de Trump-, todas las políticas oligárquicas, todas las políticas de clase, vienen del mismo grupo, en el nivel de su mismo mundo. Un grupo de gente que está dividido solamente en la abstracción: republicanos y demócratas, socialistas y liberales, izquierda y derecha, etcétera. Todas estas clases de divisiones hoy son pura abstracción y no es real, porque todo esto yace en el mismo trasfondo político y económico. Hoy, esta política oligárquica del mundo occidental está perdiendo progresivamente el control de la maquinaria capitalista, esta es la realidad. A través de crisis, falsas soluciones, todas las políticas clásicas creadas por los gobiernos, y revuelta oscura. Todo esto como que es el único camino propuesto hoy por todos los miembros de las políticas de clase, con algunas diferencias, pero algunas pequeñas diferencias. Hoy, el ejercicio de las políticas es el ejercicio de muy pequeñas diferencias dentro del mismo camino global. Pero todo esto tiene muchos efectos en la gente en general: efectos de desorientación, total ausencia de orientación o dirección para la vida, ausencia de visión estratégica del futuro de la humanidad, y en esta situación una gran parte de la gente busca en la oscuridad, en el costado de las falsas novedades, visiones irracionales, y el retorno a las tradiciones muertas, etcétera. O sea que, frente a las políticas oligárquicas, tenemos la aparición de una nueva clase de activistas, de nuevos sostenedores de la demagogia violenta y vulgar, y estos muchachos están mucho más del lado de los gangsters y de la mafia que del lado de los políticos educados. Entonces la elección aquí no ha sido la elección entre esta clase de muchachos y el resto de los políticos educados, y el resultado fue la elección legal de una nueva forma de vulgaridad política y de algo subjetivamente violento en las propuestas políticas.
En algún sentido, esta nueva figura política –Trump pero también hoy en día muchos otros- están cerca del fascismo de los años 30. Hay algo similar. Pero es el primero sin sus fuertes enemigos de los 30, donde estaban los partidos comunistas. Es una especie de fascismo democrático –una decisión paradójica- una especie de fascismo democrático, o sea algo que está dentro del plano democrático, dentro del aparato democrático, pero que interpretan algo diferente, otra música, en esta especie de contexto. Y creo que no es solo el caso de aquí con Donald Trump –racista, machista, violento y también, lo cual es una característica fascista, sin ninguna consideración por la lógica y la racionalidad-, porque el discurso, el modo de hablar de este tipo de fascismo democrático es precisamente una suerte de dislocamiento del lenguaje, una suerte de posibilidad de no decir nada, y lo contrario de nada; no hay problemas, el lenguaje no es el lenguaje de la explicación sino el lenguaje de creación de algunos afectos; es un lenguaje afectivo que crea una falsa unidad pero que es una unidad práctica. Y entonces tenemos esto con Donald Trump, pero hubo un caso anterior en Italia con Berlusconi. Berlusconi puede ser, pienso, la primera figura de esta clase de nuevo fascismo democrático, con exactamente las mismas características: vulgaridad, una especie de relación patológica con las mujeres, y la posibilidad de decir y hacer públicamente algunas cosas que hoy son inaceptables para la mayoría de los seres humanos. Este también fue el caso con Orbán en la Hungría y, a mi entender, fue el caso con Sarkozy en Francia. Progresivamente, es también el caso en la India o en las Filipinas, e incluso en Polonia o en Turquía. En consecuencia, es realmente, en escala mundial, la aparición de una nueva figura de decisión política que es una figura que está muy frecuentemente dentro de la constitución democrática pero que de algún modo está también afuera. Y pienso que podemos nombrarlos fascistas porque fue el caso en los años 30, porque después de todo, Hitler también salió victorioso por las elecciones. Denomino fascistas a esta clase de tipos que están dentro del juego democrático, pero también en algún sentido afuera: adentro y afuera. Y adentro para finalmente estar afuera. Esto es realmente una novedad, pero una novedad que se inscribe dentro de la figura general del mundo de hoy, porque esto también representa algo para mucha gente, no como una solución pero sí como una manera de ser en el juego democrático, donde desde el lado de la oligarquía clásica, finalmente no hay diferencia. En algún sentido, el efecto principal de Trump es un efecto de algo nuevo. De hecho, en los detalles, no hay nada nuevo, porque es imposible pensar que hay algo nuevo en ser racista, machista, etcétera, son cosas muy viejas, muy viejas. Pero en el contexto de la oligarquía clásica de nuestros días, estas cosas viejas parecen ser algo nuevo. Y en consecuencia, Trump está en posición de decir que la novedad es “Trump”, en el momento que está diciendo cosas que son absolutamente primitivas y absolutamente viejas, pasadas de moda. Y en consecuencia, nosotros también estamos en un tiempo donde algo como un retorno a la vieja existencia puede aparecer como algo nuevo. Y esta conversión de lo nuevo a lo viejo es también una característica de esta clase de nuevo fascismo.
Todo esto describe, pienso, nuestra situación presente a nivel político. Debemos considerar que estamos en una dialéctica fatal entre cuatro términos.
Primero, la completa brutalidad y violencia ciega del capitalismo actual. Muy bien, en el mundo occidental no vemos completamente esta brutalidad o violencia, pero si ustedes están en África, ven esto, realmente, y si ustedes están en Medio Oriente también, y finalmente si ustedes están en Asia también. Esto es un término, un término fundamental de nuestro mundo de hoy. Este es el retorno al capitalismo, lo que de hecho tiene mucho sentido,  es la conquista salvaje, lucha salvaje de todos contra todos por la dominación. En consecuencia, brutalidad completa del capitalismo salvaje de la actualidad: el primer término.
Segundo término: la descomposición de la clásica oligarquía política. Las partes clásicas -demócrata, republicano, socialista, etcétera-, finalmente en descomposición frente a la aparición de esta suerte de nuevo fascismo. No conocemos el futuro de esta clase de aparición: ¿cuál es el futuro de Trump? En cierto modo, no lo sabemos, realmente, y es posible que Trump tampoco sepa su propio destino. Esto fue visible en la noche. Ustedes tienen al Trump antes del poder y al Trump en el poder, quien está en algún sentido asustado, no completamente satisfecho, porque sabe que no puede seguir hablando tan libremente como antes. Y hablar sin reservas fue exactamente la potencia de Trump, pero no con el gobierno, la administración, el ejército, los economistas, los banqueros, etcétera, es otra historia. Entonces, hemos visto en la noche a Trump pasando de un juego a otro juego, de un teatro a otro teatro; y el segundo teatro no era tan bueno, no tan bueno como antes. Pero nosotros no sabemos, realmente, no sabemos cuál es la real posibilidad para este tipo de hombre cuando llegue a presidente de los Estados Unidos. En cualquier caso, tenemos realmente el símbolo de la descomposición de la clásica oligarquía política, y el nacimiento de una nueva figura de un nuevo fascismo, con un futuro que no conocemos, pero que pienso que ciertamente no es un futuro interesante para la gente en general.
Tercero, tenemos la frustración popular, el sentimiento de un oscuro desorden, en la opinión pública de mucha gente, y principalmente la gente pobre, la gente de los estados provinciales, los campesinos de muchos pueblos, y también los obreros sin trabajo, etcétera, toda esta población, que progresivamente es reducida a la nada por la brutalidad del capitalismo contemporáneo, que no tiene existencia posible, y que permanecen en algunos lugares sin trabajo, sin dinero, sin orientación, sin orientación existencial. Y este punto es el tercer término importante de la actual situación global. La falta de orientación, de estabilidad, el sentimiento de destrucción de su mundo, sin la construcción de otro mundo; o sea una especie de destrucción vacía de sentido.
En último lugar, el cuarto término es la falta, la completa falta de otro camino estratégico; la ausencia, hoy, de otro camino estratégico. Hay muchas experiencias políticas, no digo que no hay nada de este lado. Sabemos que hay nuevos disturbios, nuevas ocupaciones de lugares, nuevas movilizaciones, nuevas resoluciones ecologistas, etcétera. Entonces, no se trata de ausencia de toda forma de resistencia, de protesta, no, no digo eso. Pero la ausencia de otro camino estratégico es algo que está en el mismo nivel que la convicción contemporánea de que el capitalismo es el único camino posible. La ausencia de la fortaleza de la afirmación de otro camino. Y el vacío de lo que yo llamo una Idea, una gran Idea. Una gran Idea donde esté la posibilidad de unificación, de unificación global, unificación estratégica de todas las formas de resistencia e invención. Una Idea es una especie de mediación entre el sujeto individual y la tarea colectiva histórica y política, y es la posibilidad de acción a través de y con subjetividades muy diferentes, pero sobre la misma idea en el mismo sentido.
Estos cuatro puntos –la dominación general y estratégica del capitalismo globalizado, la descomposición de la clásica oligarquía política, la desorientación y frustración popular y la ausencia de otro camino estratégico- componen en mi opinión la crisis actual. Podemos definir el mundo contemporáneo en los términos de una crisis global que no es reducible a la crisis económica de los últimos años, sino que me parece que es mucho más una crisis subjetiva porque el destino de los seres humanos es cada vez más y más oscuro para ellos mismos.
Después de esto, ¿qué hacer? La pregunta de Lenin. Pienso en lo concerniente a la elección presidencial, la elección de Trump, que debemos afirmar que una razón para el éxito de Trump es que la verdadera contradicción de hoy, la real contradicción de hoy, la más importante contradicción, no puede ser entre dos formas del mismo mundo. El mundo del capitalismo globalizado, de las guerras imperialistas, y la falta de alguna idea que comprometa el destino de los seres humanos. Sé que Hillary Clinton y Donald Trump son muy diferentes –no estoy diciendo que podríamos identificar a Trump con Hillary Clinton-, pero esta diferencia, que es importante, existe en un nivel donde esta diferencia, es la diferencia entre el nuevo fascismo y la vieja oligarquía política –y toda la oligarquía política es menos horrible que el nuevo fascismo, así que entiendo perfectamente que al final preferimos a Hillary Clinton-. Pero no podemos olvidar que en algún sentido esta diferencia está adentro del mismo mundo. No es la expresión de dos visiones estratégicas del mundo diferentes. Y pienso que el éxito de Trump es posible solamente porque la verdadera contradicción del mundo no pudo ser expresada, no pudo ser simbolizada por la oposición entre Hillary Clinton y Trump, porque Hillary Clinton y Trump están en el mismo mundo, muy diferente, pero muy diferente en el mismo mundo. Y en consecuencia, de hecho, durante toda la preparación de las elecciones, durante las primarias, la verdadera contradicción, en mi opinión, ha sido entre Trump y Bernie Sanders. Esta fue la verdadera contradicción. Podemos decir que Trump es probablemente algo excesivo desde el lado del nuevo fascismo, etcétera, y podemos decir que Bernie Sanders es algo que pertenece de algún modo a la naturaleza socialista -finalmente, Bernie Sanders está en la necesidad de ir hacia el lado de Clinton una y otra vez-, pero pienso que en el nivel de simbolización, que es tan importante, la verdadera contradicción de nuestro mundo estaba simbolizada por la oposición de Trump y Bernie Sanders, y no por la oposición de Trump y Hillary Clinton, porque tenemos en Bernie Sanders, en la propuesta de Bernie Sanders, algo, algunos puntos que están más allá del mundo tal como es. Y no tenemos algo como esto en las propuestas de Hillary Clinton. Y entonces, tenemos una lección de dialéctica, es decir, la teoría de las contradicciones. De algún modo, la contradicción entre Hillary Clinton y Trump fue una contradicción relativa y no absoluta, es decir, una contradicción en los mismos parámetros, en la misma construcción del mundo. Pero la contradicción entre Bernie Sanders y Trump fue de hecho el comienzo de la posibilidad de una verdadera contradicción; esto es la contradicción con un mundo y algo que está más allá de este mundo. En el mismo sentido, Trump estuvo realmente del lado reaccionario y oscuro de la subjetividad popular, dentro de este mundo tal cual es, pero Bernie Sanders estaba en el lado de la racionalidad, de la subjetividad popular activa y clara, orientada más allá del mundo tal cual es, incluso en cosas que son oscuras, oscuras pero más allá del mundo tal cual es.
El resultado de las elecciones es de naturaleza conservadora, es puramente conservadora, porque es el resultado de una contradicción falsa, en algún sentido, una contradicción que no es una verdadera contradicción, y que es también, a través de estas elecciones, la continuación de la crisis de nuestros días, la crisis de cuatro términos como lo expliqué antes. Hoy, en contra de Trump, no podemos desear a Clinton o a alguien de la misma figura. Debemos crear un retorno, si esto es posible, a la verdadera contradicción; esta es la lección que deja este acontecimiento tan terrible. Debemos proponer una orientación política que vaya más allá de cómo se presenta hoy el mundo, aun cuando es así, que vaya al comienzo, aunque no sea de una manera no del todo clara. Cuando comenzamos algo, no tenemos la comprensión completa de la cosa. Pero debemos comenzar. Nosotros debemos comenzar, ese es el punto. Después de Trump, debemos comenzar. No es solamente resistir, negarse, etcétera. Debemos comenzar algo, realmente, y esta interrogación sobre el comienzo es el comienzo del retorno a la verdadera contradicción, a la opción real, a la real opción estratégica que comprometa la orientación de los seres humanos. Debemos reconstruir la idea que en contra de las monstruosas desigualdades del capitalismo actual, en contra de los nuevos gangsters de las políticas clásicas como Trump, es posible crear, una vez más, un campo político con dos orientaciones estratégicas, y no solo una. El retorno a algo que ha sido la ocasión del gran movimiento político del siglo XIX y en los comienzos del siglo anterior. Debemos, si puedo decir algo de modo filosófico, debemos ir más allá del Uno en la dirección del Dos. No una orientación sino dos. La creación de un nuevo retorno a una nueva opción fundamental, algo muy esencial de la política. De hecho, si hay un solo camino estratégico, progresivamente desaparecen las políticas, y de algún modo Trump es el símbolo de este tipo de desaparición, porque ¿cuál es la política de Trump? Nadie sabe. Es algo como una figura pero no como una política. Así que el retorno a la política es por la necesidad del retorno de la existencia de una opción real. Finalmente, en el nivel de las generalidades filosóficas, es el retorno dialéctico a lo real. Dos más allá de Uno, y podemos proponer algunos nombres para esta especie de retorno.
Como ustedes saben, mi visión es proponer la palabra corrupta de “Comunismo”, corrupta por las experiencias sangrientas y todo lo que sigue. El nombre es solo el nombre, así que somos libres de proponer otros nombres, no hay inconvenientes. Pero tenemos algo que es interesante en el significado original de esta vieja y corrupta palabra. Y este significado es de hecho compuesto por cuatro puntos, cuatro principios, y esta clase de principios pueden ser el sostén para la creación de un campo político nuevo con dos orientaciones estratégicas. 
El primer punto es que no es una necesidad que la clave de la organización social se establezca en la propiedad privada y en las monstruosas desigualdades. No es una necesidad. Debemos afirmar que no es una necesidad. Y podemos organizar experiencias límite que demuestran que no es una necesidad, que no es cierto que desde siempre la propiedad privada y las monstruosas desigualdades deben ser la ley del comienzo de la humanidad. Este es el primer punto.
El segundo punto es que no es una necesidad que los trabajadores sean separados entre trabajo noble, como la creación intelectual, o la dirección, o gobernar, y, del otro lado, el trabajo manual y la común existencia material. En consecuencia, la etiqueta de la especialización no es una ley eterna, y especialmente la oposición entre trabajo intelectual y manual debe ser suprimido en el largo plazo. Este es el segundo principio.
El tercero es que no es una necesidad para el ser humano ser separado por fronteras nacionales, raciales, religiosas o sexuales. La igualdad debe existir por sobre las diferencias, y en consecuencia la diferencia es un obstáculo para la igualdad. La igualdad debe ser una dialéctica de la diferencia en sí misma, y debemos rechazar que en nombre de las diferencias la igualdad es imposible. En consecuencia, fronteras, rechazo al Otro, en cualquier forma, todo esto debe desaparecer. No es una ley natural.
Y el último principio es que no es una necesidad que exista un Estado, en la forma de un poder separado y blindado.
Estos cuatro principios pueden ser resumidos: colectivismo en oposición a la propiedad privada, trabajador polimorfo en oposición a la especialización, universalismo concreto en oposición a las identidades cerradas, y libre asociación en oposición al Estado. Son solo principios, no un programa. Pero con estos principios podemos juzgar todos los programas políticos, decisiones, ideas, desde el punto de vista de estos cuatro principios. Tomar una decisión: esta decisión está en la dirección de los cuatro principios o no. Los principios son el protocolo del juicio sobre todas las decisiones, ideas, propuestas. Si una decisión, una proposición, está en la dirección de los cuatro principios, podemos decir que está bien, podemos examinar si esto es posible, etcétera. Si claramente está fuera de los principios, es una mala decisión, mala idea, mal programa. Entonces tenemos un principio de juicio en el campo político y en la construcción de un proyecto estratégico nuevo. Este es de algún modo la posibilidad de tener una visión verdadera de lo que está realmente en la nueva dirección, la nueva dirección estratégica de la humanidad.
Bernie Sanders propone construir un nuevo grupo político bajo el título “Nuestra revolución”. El éxito de Trump puede abrir una nueva oportunidad para esta clase de ideas. Podemos creer en él por el momento, podemos juzgar si esta es realmente una propuesta que va más allá del presente, podemos juzgar si algo es propuesto en conformidad con los cuatro principios. Podemos hacer algo. Y debemos hacer, porque si no hacemos nada, estamos solo en la fascinación, la estupidez de la fascinación, por el deprimente éxito de Trump. Nuestra revolución, por qué no, en contra de la reacción, nuestra revolución, es una buena idea. En todo caso, yo estoy de ese lado.
9 de noviembre de 2016 
Universidad de California, Los Ángeles

Fuente: Lobo Suelto

martes, 25 de octubre de 2016

Trump y el colapso cultural

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Ningún periodista, comentarista político o historiador respetado predijo un modesto éxito político para Donald J. Trump: es algo que resulta asombroso. El propio Trump siempre ha alardeado de sus ambiciones presidenciales, del mismo modo que se jactaba de su riqueza. Ha pensado en temas vinculados a la Casa Blanca desde la década de los ochenta. Pero nadie lo tomó en serio.

Incluso después de que empezasen las elecciones primarias republicanas y de que la imponente escala de sus victorias resultara obvia, todo el mundo estaba de acuerdo en que sus éxitos solo eran una moda, y en que la nominación republicana sería finalmente para un republicano y no para Donald Trump, el intruso.
Los líderes y los sabios republicanos fueron igual de ciegos. Un extraordinario grupo de republicanos, Jeb Bush y todos los demás, ofrecieron sus candidaturas: dieciséis personas, en total, muchas de ellas visiblemente talentosas, entrenadas por curtidos veteranos del partido, cuyas experiencias se remontaban a los tiempos de Richard Nixon, el más astuto de todos los políticos estadounidenses. Y ni uno de ellos parece haber sospechado que Trump, el candidato diecisiete, el bárbaro, iba a aplastarlos a todos. Los republicanos lo trataron como a una mascota y ahora todos deben estar arrepentidos. Quizá podrían haberlo detenido, si hubieran visto su potencial. Pero no lo hicieron.
¿Cómo se ha producido este fracaso a la hora de reconocer el peligro? Creo que se debe a que Trump se presentó como el héroe de su propia mitología, extraña y llena de capas; y la mitología –que resultó atractiva para una porción del público– carecía de una dimensión política y por tanto fue invisible para la clase política. Es, por supuesto, una mitología de la riqueza. Es la historia de un poderoso multimillonario del sector inmobiliario de Nueva York cuyas maneras brutales y cuya arrogancia personal denotan un genio sobrehumano para el juicio empresarial y la acción ejecutiva: las maneras de un dios de los negocios cuya superioridad ha atraído a las rubias despampanantes que van de su brazo, un tema central de la fama inicial de Trump. El millonario, además, ha envuelto ese relato básico en una segunda mitología, y lo ha hecho persiguiendo una carrera adicional como estrella de reality shows. En su programa televisivo, Trump se presenta como Donald Trump, que encarna a un ficticio multimillonario neoyorquino llamado “Donald Trump”, quien demuestra su genio visionario y su superioridad personal despidiendo a sus empleados en actos de crueldad gratuita.
De nuevo, en sus negocios reales, Trump ha colocado otra mitología sobre su mitología presentando comentarios sobre sus negocios. El concepto central de su imperio empresarial ha sido decorar el paisaje con su propio nombre, como en la Trump Tower, los hoteles Trump y los campos de golf Trump. Son negocios que llevan su nombre porque él es el dueño, o porque otro es el dueño y ha alquilado el nombre de Trump para fingir que Trump es el dueño. Se supone que la propiedad de Trump significa buena calidad, como muestra el césped de sus campos de golf, combinada con un gusto execrable. Quedarse en un hotel Trump o jugar en un campo de golf Trump es para reírse de uno mismo o quizá burlarse de uno mismo por arrodillarse en el santuario de Trump. Y, en caso de que alguien no vea la invitación al desprecio a uno mismo, Trump ha comercializado en ocasiones objetos que animan a los compradores a identificarse como víctimas desdichadas de un grotesco culto a la personalidad. Ha vendido una loción bajo la etiqueta ridículamente agresiva “Trump: la fragancia para los hombres”, junto con un perfume masculino llamado “Éxito: Trump”, junto a “Trump”, el vodka.
Trump se ha presentado, en suma, como un estafador que desea ser visto como un estafador, y que desea que te reconozcas como su víctima. En la Convención Nacional Demócrata, Michael Bloomberg, el exalcalde de Nueva York, que es a su vez un multimillonario (a mayor escala que Trump) creador de su propia mitología, lo denunció como estafador. Pero Trump no necesita que Bloomberg haga esto. The New York Times ha informado que el imperio empresarial de Trump está construido sobre una montaña de deuda, lo que no sorprenderá a nadie. Trump es famoso por declararse en bancarrota, lo que significa que es famoso por estafar a sus compañeros y por no pagar sus cuentas pendientes. Y ha llamado la atención sobre este tipo de cosas al negarse a revelar sus datos fiscales aunque, en los tiempos modernos, haya sido una costumbre de los candidatos a presidente dar a conocer sus declaraciones de impuestos.
Naturalmente, reconoce que, al negarse a seguir la costumbre, invita a todo el mundo a preguntarse qué está ocultando. Quizás intente encubrir que su imperio empresarial es menor de lo que ha sugerido, lo que sería una muestra de inferioridad. Una ansiedad por este asunto encajaría con el hecho delirante de que, en los debates republicanos, alardeó de su pene, mientras mostraba inseguridad sobre el tamaño de sus dedos, que estaban a la vista de todos. De nuevo, al negarse a revelar sus declaraciones de impuestos, quizás invitaba al público a especular sobre posibilidades más agradables. ¿Acaso Trump no paga impuestos en absoluto? Eso sería una señal más de su superioridad sobrehumana. ¿Tiene negocios con oligarcas y gánsteres rusos? Esto también sería una señal de superioridad, al estilo gánster, a la altura de la jactancia sobre su pene.
En cualquier caso, la clase política nunca ha sabido tratar con la mitología envuelta en mitología. Esto no se debe a su naturaleza teatral per se. Ronald Reagan era todavía más histriónico, y recurría a su experiencia como estrella de Hollywood. Pero Reagan también era un hombre serio, en términos políticos, y utilizaba su talento teatral para presentarse como la democracia encarnada: el hombre modesto de orígenes humildes, sin pretensiones y amable, el virtuoso vecino, impermeable a las seducciones de los timadores de la ciudad y dispuesto, si es necesario, a tirar a un matón soberbio de su caballo.
Nada de esto está en Donald Trump. Es el anti-Reagan: el rugiente señor del crimen, el aristócrata arrogante, el legitimista. Es, en pocas palabras, todo lo que la tradición política estadounidense ha detestado siempre. El propósito de las campañas políticas estadounidenses durante los últimos doscientos años ha sido etiquetar al otro candidato como una caricatura similar a Trump: el plutócrata malvado y deshonesto, que carece de valores morales y de decencia común, arrogante, corrupto, cínico y falto de patriotismo. La clase política siempre lo ve con claridad perfecta. Pero la sabiduría de una clase política consiste en razonar a través de la analogía histórica.
Y, de este modo, la clase política estadounidense –y me incluyo en ella– miró a Trump, contempló la historia de Estados Unidos y concluyó: No. Estados Unidos es un país en el que la gente como Donald Trump no gana la nominación de los partidos políticos importantes.

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No hace falta decir que, cada vez que ocurre algo inédito e imprevisto, una legión de respetables eruditos, aferrados a las ciencias sociales, se apresura a señalar que, al contrario de lo que indican las apariencias, todo era previsible, aunque nada se predijera. En el ejemplo presente, en cuanto Trump empezó a cosechar sus sorprendentes victorias, los sociólogos y los economistas explicaron que había conectado con la infelicidad de la clase trabajadora blanca, afectada por los salarios estancados o decrecientes y por la desaparición de las viejas industrias, y que no hay nada insólito en el fenómeno Trump.
Pero nunca he visto la lógica de ese análisis. El primer concepto político que Trump expresó en la campaña fue su aborrecimiento hacia los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. Ese odio lo llevó a acusar a México de mandar a violadores y criminales a Estados Unidos; y lo hizo proponer reunir a once millones de inmigrantes ilegales y deportarlos; y lo condujo a plantear la idea de construir un muro en la frontera entre Estados Unidos y México y hacer que el gobierno mexicano lo pague; y lo impulsó a denunciar a un juez mexicanoestadounidense por su origen étnico. Fue la animosidad contra los inmigrantes mexicanos lo que generó la inicial y duradera oleada de apoyo por Trump: una animosidad que ha llevado a la gente que asiste a sus mítines a aclamar la construcción del muro. Y, sin embargo, ¿qué sentido tienen en realidad esas ovaciones?
La tasa de desempleo entre los trabajadores blancos es excepcionalmente baja (un 4.3%), lo que significa que la gente que busca trabajo no descubre que la competición de los inmigrantes esté arruinando su vida. Tampoco hay razón para pensar que los inmigrantes mexicanos están contribuyendo a una oleada de crímenes en Estados Unidos. El crimen en Estados Unidos lleva tiempo disminuyendo, en general, aunque no en todas partes; y los barrios de inmigrantes mexicanos no han sido un foco del crimen en particular. Tampoco hay razón para suponer que los blancos estadounidenses y los inmigrantes mexicanos se estén disputando el terreno. Existen todos los motivos para pensar, por otro lado, que los inmigrantes mexicanos realizan una enorme contribución a la economía estadounidense. Si Trump fuera elegido presidente y lograra reunir a los ilegales y deportarlos, industrias enteras entrarían en crisis. Además, en tiempos recientes más mexicanos han regresado a México de los que han llegado a Estados Unidos.
¿Por qué aclamar al muro, entonces? Creo que la gente lo hace para expresar una especie de odio muy extraño: un odio sin conexión significativa con los intereses o las ansiedades económicas, un odio casi arbitrario que se dirige contra los inmigrantes mexicanos pero podría estar tranquilamente dirigido contra otros. El propio Trump llegó a vacilar en torno a su propuesta de deportar a millones de personas, como si, en su cabeza, nunca hubiera habido una razón concreta para proponer algo así. Imagino que, si vacila en los próximos días o incluso abandona ese plan, podría desanimar a sus partidarios, pero solo porque ya no sabrán quién aplaude qué.
Sus simpatizantes perderán lo que de verdad les ha dado, el permiso para regresar al tipo de odios racistas que, en décadas recientes, se han considerado inaceptables en Estados Unidos. Pero supongo que no decepcionará mucho tiempo a sus agitados seguidores y que pronto se le ocurrirá otra manera de mantener el agua hirviendo. Sin duda a estas alturas reconoce que sectores completos de la población ansían su permiso para gritar cosas repulsivas e inaceptables. Son personas que lo apoyan precisamente porque es grosero, arrogante y violento, lo que permite que ellas también lo sean. Lo miran como su liberador, como el hombre que les permite, al fin, dar rienda suelta a los odios que expresan su angustia y su infelicidad. Solo que, ¿cuál es el origen de su angustia y su infelicidad? ¿Los salarios que no crecen o se reducen? Quizá. ¿O la oleada de drogadicción, la oleada de obesidad, la fragilidad del matrimonio? Estas también son posibilidades, aunque no sé por qué la ira por esas cosas llevaría a masas de gente a votar por alguien tan repulsivo como Donald Trump.

3

Pienso que el apoyo a Trump no deriva de una crisis económica, sino de una crisis cultural. Es una crisis de la autoridad y la información, y ha vuelto a mucha gente incapaz de identificar su propia situación o de imaginar formas realistas de afrontarla, incapaz incluso de reconocer lo extraño e inapropiado que es su impulso de votar por Donald Trump.
Todos los periodistas estadounidenses entienden de manera intuitiva un aspecto de esta crisis, que es el colapso de la industria periodística. Los días en que cada localidad mediana en Estados Unidos tenía un periódico, y en los que cada ciudad tenía dos, han desaparecido. Ni siquiera el puñado de periódicos de las ciudades que sobreviven tienen los grandes equipos que tenían, y lo mismo puede decirse de los noticieros de televisión. De nuevo, mucha gente prestaba atención a los sindicatos, que aportaban su propia interpretación autorizada de las noticias; pero el destino de los periódicos ha sido el destino de los sindicatos.
O quizá la crisis está en el aire, sin ningún aspecto institucional particular. En las universidades de élite, los profesores han lanzado un ataque contra los conceptos de la verdad autorizada y de la tradición política estadounidense, con el efecto final de que el director del periódico de la ciudad pequeña y el equipo del noticiario televisivo y el líder sindical, el catedrático de universidad y su discípulo, el profesor de instituto, han perdido cualquier autoridad que habrían podido tener. Y en lugar de todo se ha alzado la tecnología infernal que considera que cualquier cosa tiene la misma validez que otra.
Este es el mundo de Trump. Su primer gran éxito político, anterior a la campaña de 2016, fue difamar a Barack Obama diciendo que no era ciudadano estadounidense: la insinuación de que Obama, nacido en Estados Unidos, había nacido en Kenia (una mentira), y por tanto no podía ser legalmente presidente. El presidente Obama hizo caso omiso a las acusaciones de Trump al principio, o las despreció como un chiste. Y, sin embargo, al final el presidente se vio obligado a reconocer que mucha gente parecía creer las acusaciones de internet, y tuvo que tomarse la molestia de conseguir su certificado de nacimiento para demostrar su ciudadanía. Esta fue una de las victorias de Trump que los comentaristas sofisticados tardaron en aceptar. Con su campaña de difamaciones, Trump consiguió poner en entredicho la legitimidad de un presidente afroamericano. Y Trump pudo trasladar a la discusión general una ficción derivada del mundo de las teorías de la conspiración de internet, y logró hacerlo con impunidad, ahora que las jerarquías del prestigio social y político se han disuelto y las viejas instituciones del periodismo ya no están en posición de emitir refutaciones contundentes.
Incluso ahora, en plena campaña contra Hillary Clinton, es evidente que Trump pasa una buena parte del día en Twitter, leyendo y enviando mensajes. Puede ser que, frente a la maquinaria de los Clinton y del Partido Demócrata, su cuenta de Twitter y su inmersión en el mundo online no basten, como ocurrió durante las primarias republicanas. Pero sus fracasos en los días pasados parecen haberlo llevado a hacer cambios cuestionables. Ha tenido que despedir al primero de los jefes de su campaña, y al segundo, y ahora ha recurrido a un tercer equipo que está al menos parcialmente dominado por el director de un sitio web de extrema derecha llamado Breitbart. Y, en este momento, la crisis cultural puede estar a punto de tragarse al propio Trump.
Esto se debe a que la crisis de la autoridad cultural y el periodismo ha socavado una institución estadounidense en particular, el Partido Republicano. Los núcleos periodísticos de la vieja escuela eran los semanarios National Review y The Weekly Standard, junto al Wall Street Journal y varios periódicos regionales. Pero la influencia de esos medios fue superada hace unos años por la cadena de televisión Fox, desacomplejadamente derechista y periodísticamente inferior. Y, a su vez, Fox se ha visto superada por Breitbart, una mera expresión de las teorías de la conspiración de internet y de la difamación desatada. Breitbart presenta los comentarios de gente de la alt-right, lo que quiere decir “derecha alternativa”, donde tienen cabida ultraderechistas influidos por el nazismo y racistas del Ku Klux Klan, cuyo mundo nunca fue exactamente el de Trump, aunque de manera consistente él se ha aventurado a promover las teorías de la alt-right. Ahora ha tenido que apelar a Breitbart para que le ayude en su campaña. De este modo, la campaña republicana bajo Trump ha terminado resucitando a una extrema derecha estadounidense cuya edad de oro fueron los años veinte, con un momento de resurgimiento bajo el infame senador Joseph McCarthy a principios de los años cincuenta. Aquí, al fin, hay un mundo político en el que los racismos explícitos de toda clase pueden manifestarse sin complejos ni inhibiciones. En algún momento, el propio Trump podría desear no ir demasiado lejos en esas direcciones. Por lo pronto, ha dejado claro que quiere evitar cualquier deslizamiento hacia el mayor de todos los racismos antiestadounidenses, el odio abierto y violento hacia los afroamericanos. Pero se han abierto las esclusas, y quizá, bajo la presión de la maquinaria de los Clinton y los demócratas, Trump pierda el control de su propio barco, y se deslice corriente abajo, donde lo espera el fango de las teorías de conspiración.
Las encuestas hacen ahora mismo difícil imaginar que Trump gane la elección. Su campaña resultará, aun así, el episodio más delirante de la historia política estadounidense. Habrá dado un golpe terrible al Partido Republicano. Habrá devuelto la vida a las doctrinas moribundas del anticuado racismo estadounidense. Habrá hecho más que nadie en la historia de Estados Unidos por promover la cultura de la teoría de la conspiración. Habrá dado un golpe al prestigio de Estados Unidos en todo el mundo, especialmente en las regiones musulmanas, entre los países que bordean Rusia y en la frontera sur de Estados Unidos. Y quizá habrá enseñado al mundo que un colapso cultural, que ya ha ocurrido en el Partido Republicano de Estados Unidos, puede producirse en cualquier sitio. ~
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Traducción del inglés de Daniel Gascón. 

martes, 11 de octubre de 2016

Entrevista a Noam Chomsky: El lavado de cerebros en libertad es más eficaz que en las dictaduras

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El escritor Noam Chomsky de los EEUU habla de los mecanismos detrás de la comunicación moderna, un instrumento esencial de gobierno en los países democráticos, tan importantes para nuestros gobiernos como la propaganda es a una dictadura.

DM: Empecemos por el asunto de los medios de comunicación. En Francia, en mayo del 2005, con ocasión del referéndum sobre el tratado de la Constitución Europea, la mayor parte de órganos de prensa eran partidarios del "sí", y sin embargo 55% de los franceses votaron por el "no". Luego, la potencia de manipulación de los medios no parece absoluta. ¿Ese voto de los ciudadanos representaría también un "no" a los medios?

NC: El trabajo sobre la manipulación mediática o la manufactura del consentimiento hecho por Edgard Herman y yo no aborda la cuestión de los efectos de los medios en el público[1]. Es un asunto complicado, pero las pocas investigaciones que profundizan en el tema sugieren que, en realidad, la influencia de los medios es más importante en la fracción de la población más educada. La masa de la opinión pública parece menos tributaria del discurso de los medios.

Tomemos, por ejemplo, la eventualidad de una guerra contra Irán: 75% de los norteamericanos estiman que Estados Unidos debería poner fin a sus amenazas militares y privilegiar la búsqueda de un acuerdo por vías diplomáticas. Encuestas llevadas a cabo por institutos occidentales sugieren que la opinión pública iraní y la de Estados Unidos convergen también en algunos aspectos de la cuestión nuclear: la aplastante mayoría de la población de los dos países estima que la zona que se extiende de Israel a Irán debería estar completamente despejada de artefactos de guerra nuclear, comprendidos los que poseen las tropas norteamericanas de la región. Ahora bien, para encontrar este tipo de información en los medios, es necesario buscar mucho tiempo.

En cuanto a los principales partidos políticos de los dos países, ninguno defiende este punto de vista. Si Irán y Estados Unidos fueran auténticas democracias en cuyo interior la mayoría determinara realmente las políticas públicas, el diferendo actual sobre lo nuclear ya estaría sin duda resuelto. Hay otros casos así.

En lo que se refiere, por ejemplo, al presupuesto federal de Estados Unidos, la mayoría de norteamericanos desean una reducción de los gastos militares y un aumento, por el contrario, en los gastos sociales, créditos otorgados a las Naciones Unidas, ayuda económica y humanitaria internacional, y por último, la anulación de las bajas de impuestos decididas por el presidente George W. Bush a favor de los contribuyentes más ricos.

En todos estos asuntos la política de la Casa Blanca es totalmente contraria a los reclamos de la opinión pública. Pero las encuestas que revelan esta oposición pública persistente raramente son publicadas en los medios. Es decir, a los ciudadanos se les tiene no solamente apartados de los centros de decisión política, sino también se les mantiene en la ignorancia del estado real de esta misma opinión pública.

Existe una inquietud internacional relativa al abismal "doble déficit" de Estados Unidos: el déficit comercial y el déficit presupuestal. Ahora bien, estos solo existen en estrecha relación con un tercer déficit: el déficit democrático, que no deja de ahondarse, no solamente en Estados Unidos, sino de modo más general en el conjunto del mundo occidental.

Cada vez que se le pregunta a un periodista estrella o a un presentador de un gran noticiero televisivo si sufre de presiones, si le ha pasado que lo censuren, él contesta que es completamente libre, que expresa sus propias convicciones. ¿Cómo funciona el control del pensamiento en una sociedad democrática? En lo que respecta a las dictaduras lo sabemos.

Cuando se les pregunta a los periodistas, responden inmediatamente: "Nadie me ha presionado, yo escribo lo que quiero." Es cierto. Solamente, que si tomaran posiciones contrarias a la norma dominante, ya no escribirían sus editoriales. La regla no es absoluta, desde luego; a mí mismo me sucede que me publiquen en la prensa norteamericana, Estados Unidos no es un país totalitario tampoco. Pero cualquiera que no satisfaga ciertas exigencias mínimas no tiene oportunidad alguna de alcanzar el nivel de comentador con casa propia.

Es por otra parte una de las grandes diferencias entre el sistema de propaganda de un Estado totalitario y la manera de proceder en las sociedades democráticas. Exagerando un poco, en los países totalitarios, el Estado decide la línea que se debe seguir y luego todos deben ajustarse a esta. Las sociedades democráticas operan de otro modo. La "línea" jamás es enunciada como tal, se sobreentiende. Se procede, de alguna manera, al "lavado de cerebros en libertad". E incluso los debates "apasionados" en los grandes medios se sitúan en el marco de los parámetros implícitos consentidos, los cuales tienen en sus márgenes numerosos puntos de vista contrarios.

El sistema de control de las sociedades democráticas es muy eficaz; instila la línea directriz como el aire que respira. Uno ni se percata, y se imagina a veces estar frente a un debate particularmente vigoroso. En el fondo, es mucho más rendidor que los sistemas totalitarios.

Tomemos por ejemplo el caso de Alemania a comienzos de los años 30. Tenemos tendencia a olvidarlo, pero era entonces el país más avanzado de Europa, estaba a la cabeza en materia de arte, de ciencias, de técnicas, de literatura, de filosofía. Después, en muy poco tiempo hubo un retroceso completo, y Alemania se volvió el Estado más mortífero, el más bárbaro de la historia humana.

Todo aquello se realizó destilando temor: de los bolcheviques, de los judíos, de los norteamericanos, de los gitanos, en síntesis, de todos aquellos que, según los nazis, amenazaban el corazón de la civilización europea, es decir los "herederos directos de la civilización griega". En todo caso era lo que escribía el filósofo Martin Heidegger en 1935. Ahora bien, la mayoría de medios de comunicación alemanes que bombardearon a la población con mensajes de este género usaron las técnicas de marketing puestas a punto… por los publicistas norteamericanos.

No olvidemos cómo se impone siempre una ideología. Para dominar, la violencia no basta, se necesita una justificación de otra naturaleza. Así, cuando una persona ejerce su poder sobre otra -trátese de un dictador, un colono, un burócrata, un marido o un patrón-, requiere de una ideología que la justifique, siempre la misma: esta dominación se hace "por el bien" del dominado. En otras palabras, el poder se presenta siempre como altruista, desinteresado, generoso.

Cuando la violencia de Estado no basta


En los años 30, las reglas de la propaganda nazi consistían, por ejemplo, en escoger palabras simples, repetirlas sin descanso, y asociarlas a emociones, sentimientos, temores. Cuando Hitler invadió los Sudetes (en 1938), fue invocando los objetivos más nobles y caritativos, la necesidad de una "intervención humanitaria" para impedir la "limpieza étnica" sufrida por los germanófonos y para permitir que todos pudieran vivir bajo el "ala protectora" de Alemania, con el apoyo de la potencia de más avanzada del mundo en el campo de las artes y de la cultura.

En materia de propaganda, si de cierta manera nada ha cambiado desde Atenas, ha habido por lo menos cantidad de perfeccionamientos. Los instrumentos se han afinado mucho, en particular y paradojalmente en los países más libres del mundo: el Reino Unido y Estados Unidos. Es allí, y no en otro lado, donde la industria moderna de relaciones públicas, es decir la fábrica de la opinión, o la propaganda, nació en los años 1920.

Efectivamente, esos dos países habían progresado en materia de derechos democráticos (voto de las mujeres, libertad de expresión, etcétera) a tal punto que la aspiración a la libertad ya no podía ser contenida solo por la violencia del Estado. Viraron, pues, hacia las tecnologías de la "manufactura del consentimiento". La industria de las relaciones públicas produce, en sentido literal, consentimiento, aceptación, sumisión. Controla las ideas, los pensamientos, los espíritus. En relación al totalitarismo es un gran progreso: es mucho más agradable sufrir una publicidad que encontrarse en un cuarto de torturas.

En Estados Unidos la libertad de expresión está protegida hasta un grado que me parece desconocido en cualquier país del mundo. Es muy reciente. En los años 1960 la Corte Suprema alzó la barra muy alto en materia de respeto de la libertad de palabra, lo que expresaba, según mi opinión, un principio fundamental establecido desde el siglo XVIII por los valores de la Ilustración. La posición de la Corte fue que la palabra era libre, teniendo por única limitación la participación en un acto criminal. Si, por ejemplo, cuando entro a una tienda para desvalijarla, uno de mis cómplices tiene un arma y yo le digo "¡Dispara!", ese fin no está protegido por la Constitución. Por lo demás, el motivo debe ser particularmente grave para que se cuestione la libertad de expresión. La Corte Suprema reafirmó este principio a favor del Ku Klux Klan.

En Francia, en el Reino Unido y me parece que en el resto de Europa, la libertad de expresión es definida de manera más restrictiva. Para mí, la cuestión esencial es: ¿el Estado tiene el derecho de determinar lo que es la verdad histórica y el de penar a quien se aparta de ella? Pensar en ello termina ajustándose a una práctica propiamente estalinista.

A los intelectuales franceses les cuesta admitir que esa es su inclinación. Sin embargo, en el rechazo de una aproximación así no deben haber excepciones. El Estado no debería tener medio alguno de castigar a cualquiera que pretendiese que el sol gira alrededor de la Tierra. El principio de la libertad de expresión tiene algo muy elemental: o se le defiende en el caso de opiniones que se detesta, o no se le defiende para nada. Incluso Hitler y Stalin admitían la libertad de expresión de los que compartían su punto de vista…

Yo agrego que hay algo preocupante e incluso escandaloso en discutir estos temas dos siglos después de Voltaire, quien, como se sabe, declaraba: "Yo defendería mis opiniones hasta la muerte, pero daría mi vida para que ustedes pudieran defender las suyas." Adoptar una de las doctrinas fundamentales de sus verdugos, es hacerle un triste favor a la memoria de las víctimas del holocausto.

En uno de sus libros, usted comentaba la frase de Milton Friedman: "Producir ganancias es la esencia misma de la democracia"…


A decir verdad, las dos cosas son de tal modo contrarias que ni siquiera hay comentario posible… La finalidad de la democracia es que la gente pueda decidir su propia vida y hacer las elecciones políticas que le atañen. La realización de ganancias es una patología de nuestras sociedades, adosada a estructuras particulares. En una sociedad decente, ética, esta preocupación por la ganancia sería marginal. Tomemos mi departamento universitario (en el Instituto Técnico de Massachussets MIT): algunos científicos trabajan duro para ganar mucho dinero, pero se les considera un poco como marginales, gente perturbada, casi casos patológicos. El espíritu que anima a la comunidad académica es más bien el de tratar de hacer descubrimientos por interés intelectual pero también para el bienestar de todos.

En la obra que se le dedica en las Éditions de L'Herne, Jean Ziegler escribe: "Ha habido tres totalitarismos: el totalitarismo estaliniano, nazi y ahora es Tina (iniciales de There is no alternative, no hay alternativa), propuesto por Margaret Thatcher planteando el carácter ineluctable del capitalismo neoliberal, que no es otra cosa que un posible forma de globalización). ¿Compararía usted esos tres totalitarismos?


Yo no los pondría en el mismo plano. Enfrentarse contra "Tina" es afrontar una empresa intelectual que no se puede asimilar a los campos de concentración ni al gulag. Y, de hecho, la política de Estados Unidos suscita una oposición masiva a escala planetaria. Argentina y Venezuela han expulsado al Fondo Monetario Internacional (FMI). Estados Unidos debió renunciar a lo que era la norma todavía hace veinte o treinta años: el golpe militar en América Latina. El programa económico neoliberal que se ha impuesto a la fuerza a toda América Latina en los años 1980 y 1990, hoy día es rechazado en el conjunto del continente. Se encuentra esta misma oposición contra la globalización económica a escala mundial.

El movimiento por la justicia, que está bajo los fuegos de los proyectores mediáticos durante cada Forum Social Mundial, trabaja en realidad todo el año. Es un fenómeno muy nuevo en la historia, que marca quizás el comienzo de una verdadera Internacional. Su principal caballo de batalla está en la existencia de una solución alternativa. Por otro lado, ¿qué mejor ejemplo de globalización diferente que el Forum Social Mundial? Los medios hostiles llaman a los que se oponen a la globalización neoliberal los "antimundialistas", cuando en realidad ellos combaten por otra globalización, la globalización de los pueblos.

Se puede observar el contraste entre unos y otros porque en el mismo momento, tiene lugar en Davos, el Forum Económico Mundial, que trabaja para la integración económica planetaria, pero en el único interés de los financistas, de los bancos y de los fondos de pensión. Potencias que controlan también los medios de comunicación. Es su concepción de la integración global, pero al servicio de los inversores. Los medios dominantes consideran que esta integración es la única que merece, de algún modo, la denominación oficial de globalización.

He aquí un buen ejemplo del funcionamiento de la propaganda ideológica en las sociedades democráticas. Es eficaz hasta tal punto que incluso los participantes en el Forum Social Mundial aceptan a veces el calificativo malintencionado de "antimundialistas" (o "antiglobalistas"). En Porto Alegre, intervine en el marco del Forum, y participé en la Conferencia Mundial de los Campesinos. Ellos solos representan la mayoría de la población del planeta…

A usted se le ubica en la categoría de los anarquistas o de los socialistas libertarios. En la democracia tal como usted la concibe, ¿cuál sería el lugar del Estado?


Vivimos en este mundo, no en un universo imaginario. En este mundo existen instituciones tiránicas, esas son las grandes empresas. Es lo que hay más cercano a las instituciones totalitarias. Estas no tienen, por decirlo así que rendirle cuentas al público, a la sociedad; actúan a la manera de depredadoras cuyas presas serían otras empresas. Para defenderse de ellas, las poblaciones sólo tienen un instrumento: el Estado. Ahora bien, este no es un escudo muy eficaz, pues, en general, está estrechamente ligado a los depredadores. Con una diferencia no desdeñable: mientras que, por ejemplo, General Electric no tiene que rendir cuentas, el Estado debe a veces explicarse ante la población.

Cuando la democracia se haya ensanchado al punto que los ciudadanos controlen los medios de producción y de intercambio, participen en el funcionamiento y en la dirección del marco general en el cual viven, entonces el Estado podría desaparecer poco a poco. Será reemplazado por asociaciones voluntarias situadas en los lugares de trabajo y donde vive la gente.

¿Los soviets?


Eran los soviets. Pero la primera cosa que Lenin y Trotski destruyeron inmediatamente después de la revolución de Octubre, fueron los soviets, los consejos obreros y todas las instituciones democráticas. Lenin y Trotski a este respecto fueron los peores enemigos del socialismo en el siglo XX. En tanto que marxistas ortodoxos, estimaron que una sociedad retardataria como la Rusia de su época no podía pasar directamente al socialismo antes de ser precipitada a la fuerza en la industrialización.

En 1989, al momento del hundimiento del sistema comunista, yo pensé que este hundimiento, paradójicamente, representaba una victoria par el socialismo. Pues el socialismo tal como yo lo concibo, o por lo menos lo respeto, implica el control democrático de la producción, de los intercambios y de las otras dimensiones de la existencia humana.

De todas maneras, los dos principales sistemas de propaganda se han puesto de acuerdo para decir que el sistema tiránico instituido por Lenin y Trotski, después transformado en monstruosidad política por Stalin, era el "socialismo". Los dirigentes occidentales no podían sino estar encantados por este uso absurdo y escandaloso del término que les ha permitido durante décadas difamar el socialismo auténtico.

Con idéntico entusiasmo, pero de sentido contrario, el sistema de propaganda soviético ha intentado explotar en su provecho la simpatía y el compromiso que suscitaban para muchos trabajadores los ideales socialistas auténticos.

¿No es cierto que todas las formas de autoorganización según los principios anarquistas han terminado hundiéndose?


No hay "principios anarquistas" fijos, una suerte de catecismo libertario al se le debería prestar fidelidad. El anarquismo, por lo menos como yo lo entiendo, es un movimiento del pensamiento y de la acción humanas que busca identificar las estructuras de autoridad y de dominación, pedirles que se justifiquen y, dado que son incapaces, lo que sucede con frecuencia, intentar superarlas.

Lejos de haberse "hundido" el anarquismo, el pensamiento libertario, está floreciendo. Está en la fuente de numerosos progresos reales. Formas de opresión y de injusticia que casi no se reconocían, y menos aun combatían, ya no se admiten. Es un logro, un avance para el conjunto del género humano, no un fracaso.
* Publicado en Le Monde Diplomatique - Agosto 2007
Traducción libre de Mabel Sarco para Mariátegui. La revista de las ideas

Retos, metas y limitaciones del nuevo gobierno: miradas múltiples

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En agosto de este año, a inicios del nuevo gobierno, la Revista Argumentos solicitó a un grupo de especialistas sus opiniones personales respecto a los retos, metas y limitaciones del nuevo gobierno. De esta manera, obtuvimos un conjunto de miradas, de orientación diversa, que ofrecen una perspectiva amplia de las expectativas y advertencias que rodean al nuevo gobierno en este momento inicial. 

Paula Muñoz Chirinos
Politóloga. Profesora del Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad del Pacífico e investigadora del CIUP. 1
¿Cuáles considera que son los tres principales retos con los que el nuevo gobierno tiene que lidiar?
Me parece que los tres retos principales para lograr un gobierno estable serán el manejo de conflictos sociales en el interior del país, el manejo político de las relaciones con la oposición en el Congreso, en particular con el fujimorismo y, dados los antecedentes del presidente y su entorno cercano, evitar escándalos o denuncias de influencia indebida de intereses particulares en las decisiones del gobierno (lobby).
Para usted, personalmente, ¿cuáles son las tres metas que este gobierno debería priorizar para que lo considere un buen gobierno al término del periodo presidencial en 2021?
Primero, desarrollar efectivamente un nuevo estilo de gobierno más allá de lo tecnocrático, que transforme progresivamente la relación entre el Estado y la ciudadanía, mostrando un Estado más cercano y accesible, con servidores públicos preocupados por los problemas del ciudadano de a pie y por hacer efectivo el cumplimiento de la ley.
En segundo lugar, lograr resultados concretos rápidamente, no solo en ejecución presupuestal y la apuesta hecha por la inversión, sino también avances en reformas clave como la reforma policial y de seguridad ciudadana, así como del sistema de administración de justicia.
Y, en tercer lugar, el cumplimiento de metas de inclusión social que hagan efectiva su promesa de “revolución social” y acceso a igualdad de oportunidades. Esto supondría continuar con un buen manejo y expansión de los programas de lucha contra la pobreza focalizados, pero también asegurar el acceso universal a servicios de educación y salud públicas de calidad. Continuar los avances y logros de la reforma educativa es crucial y más factible. Pero el gran reto que sea propio y distinga a este gobierno será sentar las bases de una reforma de la salud pública con resultados efectivos en el corto y mediano plazo.
¿Qué condiciones podrían poner en riesgo o limitar las posibilidades de cumplir con estas metas?
Primero, que prime una visión prominentemente tecnocrática del gobierno y la política y no se desarrolle en el Ejecutivo capacidades de negociación y comunicación política para las relaciones con el Legislativo, manejo de conflictos sociales y relación con la opinión pública.
Segundo, para cumplir con las metas será necesario que el gobierno logre construir cierta legitimidad, expresada en una tasa de aprobación aceptable. Un riesgo para lograr un nivel mediano de popularidad sería que el gobierno sea encuadrado como gobierno que defiende los intereses empresariales y de lobistas. Es decir, como un gobierno más de los últimos años que no cambió nada la relación entre el Estado y la ciudadanía. Otro riesgo para mantener tasas de aprobación aceptables que se evidencia en estos últimos días es la posibilidad de que el presidente se sabotee a sí mismo. Hay una delgada línea que separa lo que puede ser un estilo de comunicación presidencial fresco, espontáneo y horizontal, que facilita una conexión con la opinión pública, y un liderazgo presidencial desbocado que genere problemas políticos innecesarios y siembre dudas sobre la inconsistencia e improvisación en las decisiones de gobierno.
Finalmente, el desarrollo de un comportamiento obstruccionista de la oposición fujimorista en el Congreso constituiría, sin duda, un riesgo para la gobernabilidad y para que el Ejecutivo pueda avanzar sus propuestas. Pero el fujimorismo tiene incentivos electorales de cara al 2021. Optar por una posición obstruccionista puede minar su capital electoral, sobre todo si el Ejecutivo goza de aprobación y respaldo. Si el gobierno no logra mantener su popularidad, el riesgo de observar un fujimorismo obstruccionista crecería.
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Elmer Cuba
Economista. Socio Director de Macroconsult. 2
¿Cuáles considera que son los tres principales retos con los que el nuevo gobierno tiene que lidiar?
El gobierno de Peruanos Por el Kambio (PPK) tiene varios frentes, además de su propio frente interno.
Primero, su relación de confrontación-cooperación con Fuerza Popular (FP) y el Frente Amplio (FA). En el caso del primero, deberá escoger bien sus batallas. Debe entender que FP tiene que moverse entre dos posturas: no dejar la oposición en manos del FA, pero al mismo tiempo no ser visto por la opinión pública como demasiado hostil que debilite el gobierno de PPK. Si el gobierno no entiende esta postura puede tener serios reveses políticos, sobre todo cuando la opinión pública no lo acompañe. No será fácil que encuentre apoyo del FA en asuntos económicos y de inversión privada, pero sí cierto apoyo político.
Segundo, su aprobación/desaprobación con relación a la opinión pública; el manejo de “la calle” y los conflictos sociales.
Si las medidas de política no tienen impactos relevantes en la ciudadanía, ocurren reacciones de grupos de interés en las calles y/o estallan conflictos sociales, ello mellará la gobernabilidad.
Tercero, diseñar y ejecutar políticas públicas que funcionen y de cierto impacto que lo empoderen ante la ciudadanía. No es sencillo en un contexto de déficit fiscal creciente y con medidas que reducen los ingresos tributarios. Un cambio en las percepciones y resultados sobre la seguridad ciudadana es muy importante en este tercer punto.
Para usted, personalmente, ¿cuáles son las tres metas que este gobierno debería priorizar para que lo considere un buen gobierno al término del periodo presidencial en 2021?
Las cuatro metas son en el terreno macroeconómico, social, la productividad y la institucionalidad.
En el plano macroeconómico, la meta es reactivar la demanda agregada en línea con el crecimiento del PBI potencial (4.5%) en un contexto de déficit fiscal. Elevar el tipo de cambio real en un contexto de dolarización de la economía y pérdida de competitividad internacional.
En el plano social, la reducción de la pobreza hasta un 10%, avanzar en la reducción dramática de la anemia infantil y la desnutrición crónica infantil y proveer mejores servicios de agua y saneamiento.
En el plano de la productividad, mejoras continuas en los indicadores de comprensión lectora y razonamiento matemático, aumentos en la productividad laboral y reducción importante de la informalidad laboral y empresarial.
En el plano institucional, una nueva ley electoral que sea funcional a una mejor representación de los intereses ciudadanos.
¿Qué condiciones podrían poner en riesgo o limitar las posibilidades de cumplir con estas metas?
En el plano económico, si las medidas de corte tributario y fiscal no son exitosas en reactivar la demanda y generan más bien un mayor déficit fiscal hacia el 2018, es posible pensar en un escenario de ajuste económico. Este llevaría a un enfriamiento de la economía, con efectos sobre la generación de puestos de trabajo y la reducción de la pobreza. En general, a menores recursos para enfrentar los reclamos salariales de los empleados públicos y a menores recursos para las mejoras prometidas en los servicios de agua, saneamiento, educación y salud.
Estos desarrollos irían acompañados además de una mayor debilidad de la gobernabilidad y aprobación presidencial, lo que puede llevar a dejar un escenario de cooperación política a uno de mayor confrontación de cara a la campaña política del 2021.
En otras palabras, el logro de un buen gobierno está en manos del propio Ejecutivo, su buen criterio político y las políticas públicas que él mismo desarrolle, en particular la economía
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Cynthia Sanborn
Politóloga. Vicerrectora de investigación en la Universidad del Pacífico y profesora principal del Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas. 3
¿Cuáles considera que son los tres principales retos con los que el nuevo gobierno tiene que lidiar?
Construir respeto y confianza de la población. Estamos hartos y desilusionados con nuestros gobernantes, hemos votado tantas veces por el “mal menor”, que va a costar convencernos que este gobierno –cuyo presidente casi ganó por accidente, por suerte, por unos 40,000 votos– puede hacer las cosas de otra forma. Necesitamos un gobierno que nos inspire y que nos convoque a actuar también de otra manera, como ciudadanos más responsables. Gobernantes eficientes y transparentes, que nos motiven a creer nuevamente en lo público, en el rol del Estado y en la capacidad de los gobernantes de manejarlo bien. Más allá de los retos específicos en cada sector, es esto ganar nuestro respeto, construir confianza. Esto puede tomar los cinco años, pero tiene que comenzar desde el inicio.
En segundo lugar, debe lidiar con una economía formal poco diversificada, que no resuelve las necesidades de buena parte de la población, y una enorme economía informal que tampoco permite a nuestra población llegar a los niveles de desarrollo y bienestar que deseamos, además de ser a menudo explotador y depredador.
Y en tercer lugar, las persistentes brechas sociales, étnicas y de género en nuestra sociedad, que a menudo nos hacen parecer que estamos en otro siglo, incluso dentro de América Latina, lo cual nos impide unirnos y realmente ser un “país desarrollado”. Un gran reto para el gobierno es hacer respetar los derechos de todos, promover una identidad nacional que no excluya sino incluya y avanzar con la lucha contra toda forma de discriminación.
Para usted, personalmente, ¿cuáles son las tres metas que este gobierno debería priorizar para que lo considere un buen gobierno al término del periodo presidencial en 2021?  
Es bien difícil identificar solo tres. Tenemos 19 ministerios, ¿para qué solo tres metas? Pero, de alguna forma, mi percepción de prioridades sale de lo anterior:
Primero, mejorar la calidad de la gestión pública, que sea transparente y eficiente, y que demuestra que funciona para todos. Especialmente en los sectores sociales y en la infraestructura pública, la que usa más la gente.
También promover una economía más formal e inclusiva, con actividades económicas que sean sostenibles y no depredadoras de nuestros recursos naturales, y que generen empleo decente.
Por supuesto, mejorar la seguridad ciudadana. Sé que es una meta complicada de lograr, pero es lo que preocupa a la mayoría, y es bien difícil sentir una positiva identidad nacional y un amor al prójimo, cuando hay tanta inseguridad y desconfianza; cuando los criminales –los de la calle y los del llamado “cuello blanco”- andan sueltos y actúan con impunidad.
¿Qué condiciones podrían poner en riesgo o limitar las posibilidades de cumplir con estas metas?
Externamente, la situación de la economía mundial, especialmente de China, pero también de Europa y Estados Unidos, pues somos una economía pequeña y dependiente de lo que podemos exportar y nos quieren comprar.
Internamente, los potenciales conflictos de interés, que pueden hacer que algunas autoridades no distingan entre lo público y privado. Tenemos un nuevo gobierno con excelentes técnicos, forjados, en muchos casos, en el sector privado que es donde hay más oportunidades profesionales para ellos. Esto es lógico en un país donde el sector público, hasta hace poco, no ha ofrecido tales oportunidades. Pero tienen que cambiar de “chip” ahora que son servidores públicos y resistir la tentación de gobernar por unos pocos.
Obviamente, el hecho de tener una oposición mayoritaria en el Congreso es otro limitante. Sin embargo, si el fujimorismo y otros sectores de oposición actúan en forma mezquina o vengativa, todo el país los va a criticar y pasarles la cuenta. Su responsabilidad también es grande, de ser oposición constructiva cuando sea necesario, pero también de apoyar iniciativas del gobierno que sean para el bien de todos.
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Silvana Vargas Winstanley
Sociologa. Profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú 4
El nuevo gobierno enfrenta enormes retos, pero a la vez tiene una gran oportunidad: reducir la desigualdad observable en la persistencia de brechas en las poblaciones más vulnerables del país. En los últimos años, las cifras macroeconómicas fueron favorables para el Perú, lo cual se reflejó en la reducción de la pobreza monetaria (de 48.6% en 2004 a 21.8% en 2015). No obstante, los niveles de desigualdad siguen siendo inaceptables. La desigualdad no solo es observable en el ingreso sino en la carencia exacerbada de oportunidades debido a condiciones de territorialidad, género, etnicidad y discapacidad. La literatura sugiere que las estrategias basadas en sistemas marcados por desigualdades entrecruzadas, no solo limitan la equidad en las oportunidades sino que inciden en la reproducción de la pobreza. Así, enfrentar este contexto no puede recaer bajo la responsabilidad de un único sector del Estado y debería abordar tres medidas interrelacionadas y retadoras: planificar en torno a la reducción de brechas, articular sobre la base de resultados y medir multidimensionalmente la vulnerabilidad.
¿Cuáles considera que son los tres principales retos con los que el nuevo gobierno tiene que lidiar?
  1. Planificar en torno a la reducción de brechas (¿a dónde vamos?). Planificación no es sinónimo de intervencionismo. Al contrario, planificar traduce una visión de país centrada en objetivos a largo plazo, una priorización de líneas de trabajo y una decisión política para implementarlo. Así, un reto clave para el nuevo gobierno es replantear el rol del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN) –adscrito a la Presidencia del Consejo de Ministros y con un exiguo presupuesto de poco más de 16 (sí, ¡16!) millones de soles (Consulta Amigable, 2016)– en concordancia con las líneas de políticas orientadas a la reducción de brechas en sectores clave como Agricultura, Desarrollo e Inclusión Social, Educación y Salud.
  2. Articular sobre la base de resultados (¿cómo lo haremos?). Una vez realizado el planeamiento intersectorial, el siguiente reto será definir los resultados para la reducción de brechas que, dada su naturaleza, deberían basarse en la articulación de esfuerzos. La articulación puede entenderse como la concurrencia territorial de intervenciones conducentes al logro de resultados observables en el incremento de oportunidades de la población. En esa línea, el recientemente aprobado Reglamento del Sistema Nacional de Desarrollo e Inclusión Social (SINADIS), liderado por el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS), representa un instrumento clave para organizar la acción del Estado, desde un enfoque territorial, de modo que se logre activar los procesos necesarios para la reducción de brechas prioritarias, vinculándolos, además, a los programas presupuestales.
  3. Medir multidimensionalmente la vulnerabilidad (¿cómo sabremos que avanzamos?). A la luz de la apuesta por reducir la desigualdad, de manera complementaria al planeamiento y la articulación, se requiere medir el avance de esfuerzos para tomar decisiones oportunas. Así, el siguiente reto tiene que ver con la decisión de cambiar los lentes a través de los cuales definimos y medimos la pobreza en el Perú y transitar –finalmente– al enfoque de pobreza multidimensional. Allí, los avances del trabajo de la Comisión Consultiva para la Medición de la Pobreza liderada por el INEI serán clave.
Para usted, personalmente, ¿cuáles son las tres metas que este gobierno debería priorizar para que lo considere un buen gobierno al término del periodo presidencial en 2021?  
  1. Planificar en torno a la reducción de brechas. Entre otras metas, se requiere: (i) (al menos) duplicar el presupuesto de CEPLAN vinculándolo al acompañamiento técnico de procesos de identificación de brechas en cada sector, (ii) diseñar –en coordinación con los Gobiernos Regionales y Locales– un ciclo de planeamiento territorial centrado en resultados para reducir la desigualdad y (iii) consolidar la institucionalidad del CEPLAN con énfasis en el fortalecimiento de capacidades orientadas a centrar la planificación en cambios observables en la vida de la población y no únicamente en el cumplimiento de metas vinculadas a ejecución presupuestal.
  2. Articular sobre la base de resultados. En cuanto a este reto, se propone las siguientes metas: (i) diseñar un plan de acción para la inmediata implementación del SINADIS con énfasis en resultados prioritarios para la reducción de la desigualdad en los ámbitos más vulnerables del país, (ii) promover un observatorio para la articulación territorial de intervenciones asociadas al cierre de brechas y (iii) generar equipos técnicos itinerantes para el acompañamiento correspondiente a lo largo del proceso.
  3. Medir multidimensionalmente la vulnerabilidad. Dado que este es un reto asociado a un nuevo enfoque conceptual y de medición, la generación de conocimiento es clave. Sobre la base de ello, se propone tres metas: (i) impulsar que el INEI realice los reajustes necesarios a fin de que, utilizando la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), pueda calcularse el índice de pobreza multidimensional según los estándares utilizados en otros países, (ii) asignar los recursos necesarios para facilitar que los resultados de esta primera medición sean incorporados en los correspondientes instrumentos de política sectorial y utilizados como parte de los mecanismos de articulación intersectorial y (iii) generar mecanismos para que las universidades incorporen en las mallas curriculares de sus carreras de Ciencias Sociales, el enfoque de pobreza multidimensional como parte de la formación básica de sus estudiantes.
¿Qué condiciones podrían poner en riesgo o limitar las posibilidades de cumplir con estas metas?
  1. Lograr una visión común de país que privilegie la reducción de la desigualdad como política de Estado. El gobierno entrante tiene una visión y discurso claros en torno a las prioridades asociadas al crecimiento económico, el incremento de la competitividad y la sostenibilidad de la productividad. No obstante, una potencial limitación es que –a la par de ello– se requiere un discurso que apueste a tomar medidas vinculadas a la reducción de las desigualdades que afronta la población más vulnerable del país. Ello implica, evidentemente, ir más allá de evaluar o hacer más eficientes los programas sociales existentes.
  1. Establecer un saludable equilibrio de poder entre sectores clave. En el marco de la apuesta que proponemos, resulta clave establecer los arreglos institucionales para promover las reformas que la reducción de la desigualdad en el Perú requiere. Para ello, será fundamental que el gobierno asuma que se debe desMEFizar la política social (i.e., agricultura, desarrollo e inclusión social, educación y salud) y, a la par, armonizar sus principios con los de la política económica a fin de evitar la inconsistencia en la gestión de la política pública. Ello implica tomar decisiones respecto al alcance de las competencias (formales y reales) de cada sector y establecer mecanismos de coordinación efectiva entre los tres sectores clave en la materia:PCM, MIDIS y MEF.
  1. Reforzar vínculo con Gobiernos Regionales (GGRR) y Locales (GGLL) de manera creativa y permanente. Los GGRR y GGLL son los líderes de la articulación de la política en el territorio. Ello implica que, sobre la base del reconocimiento de su potencial, retos y limitaciones, se requiere generar una plataforma ─basada en un enfoque de descentralización y no únicamente de desconcentración─ que promueve el diálogo, la negociación y el aprendizaje cruzado. Si esto ocurre, será un gran paso de cara al reconocimiento y gestión de la diversidad del Perú. ¿Asumirá el Doctor Kuczynski el reto de liderar esta gran oportunidad?
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Javier Torres Seoane
Antropólogo. Director de Noticias SER. 5
¿Cuáles considera que son los tres principales retos con los que el nuevo gobierno tiene que lidiar?
Considero que, por un lado, es importante el manejo adecuado de la economía del país, sabiendo que los índices de crecimiento no volverán a estar en los niveles de los años anteriores. Esto exigirá del gobierno la emisión de bonos y una política de endeudamiento que debe ser manejada responsablemente. Por otro lado, es necesario reconocer que uno de los retos importantes es la gestión eficiente de los conflictos sociales, en especial aquellos que tienen que ver con los megaproyectos de infraestructura e industrias extractivas.
Para usted, personalmente, ¿cuáles son las tres metas que este gobierno debería priorizar para que lo considere un buen gobierno al término del periodo presidencial en 2021?  
En primer lugar, el cumplimiento de sus promesas en el campo de la provisión de agua y saneamiento. En segundo lugar, el cambio sustantivo de las condiciones en las que se brinda la educación pública en sus tres niveles. Finalmente, la mejora de la calidad y cobertura de los servicios de salud, poniendo especial atención a reducir las desigualdades entre los diversos sectores de la población, y en la población de las zonas rurales.
¿Qué condiciones podrían poner en riesgo o limitar las posibilidades de cumplir con estas metas?
El incumplimiento de las metas señaladas podría darse por las limitadas capacidades de gestión que existe al interior del sector público, la poca coordinación entre sectores, y entre estos y los gobiernos subnacionales, a los que se podrían añadir otros de orden más político como la obstrucción sistemática de parte del fujimorismo.
  1. Respuestas enviadas el 10 de agosto de 2016.
  2. Respuestas enviadas el 04 de agosto 2016.
  3. Respuestas enviadas el 12 de agosto de 2016.
  4. Respuestas enviadas el 14 de agosto de 2016.
  5. Respuesta enviada el 21 de setiembre de 2016. 
Fuente: Revista Argumentos - IEP