miércoles, 6 de noviembre de 2019

Atahualpa y Calcuchimac.


Atahualpa sabía que los extraños hombres llegados en casas flotantes no eran dioses. “Hombres, los barbudos eran hombres, factibles de ser vencidos y esclavizados”.
Cuando los españoles estaban acantonados en Poechos un extraño personaje de turbante y cesto de pacaes apareció llamando la atención de los lugareños. Los españoles no tenían forma de saberlo, el extraño hombre era un espía enviado por el mismo Atahualpa; su objetivo era confirmar si los barbudos eran dioses o simples hombres.
El informe del espía fue claro, no eran dioses. El espía recomendó a Atahualpa matarlos y solo conservar a algunos. Sin embargo Atahualpa decidió jugar con los extraños, quería conocerlos, saber que pensaban y después matarlos.

Las cosas, sin embargo, no sucedieron como Atahualpa lo había pensado. La tarde del 16 de noviembre de 1532 caería prisionero; él no era el hijo del Sol, él no podía convertirse en serpiente.

Atahualpa tomó malas decisiones. Parafraseando a Federico More diríamos que Atahualpa carecía de la noción de su imperio, ignoraba la magnitud de su poder y no supo medir la impotencia de sus adversarios.

Los Incas creían que la muerte no era el final. El que moría no se iba del todo, seguía estando, aunque de diferente manera. Las crónicas cuentan que las momias de los Incas muertos seguían teniendo poder y por lo tanto “voz” en las reuniones. Tal vez sea por esta razón que Atahualpa, cuando supo que lo matarían, no quiso ser quemado. Prefirió renunciar a sus dioses y ser bautizado. De esta manera preservaría su cuerpo. Al fin y al cabo mientras su "mallqui" existiera, él seguiría teniendo poder, o al menos eso pensaba. Decisión diferente tuvo su general Calcuchimac quien enfrentó el fuego maldiciendo a los españoles.

Cuando Atahualpa le declaró la guerra a Huáscar tres fueron sus principales generales; Quisquis, Rumiñahui y Calcuchimac. Durante los sucesos de Cajamarca; Quisquis y Calcuchimac estaban en Cusco, Rumiñahui era el responsable de la seguridad de Atahualpa. Las muertes de estos generales, a diferencia de Atahualpa, fueron heroicas: Quisquis caería combatiendo a manos de las tropas nativas lideras por Manco Inca quien en ese momento era aliado de los españoles. Rumiñahui moriría tiempo después de que sus planes de resistencia se arruinaran tras la erupción del volcán Cotopaxi, Rumiñahui fue torturado para confesar donde estaba el oro de Atahualpa, el general no dijo una palabra a pesar del tormento.

Calcuchimac cayó prisionero por seguir las órdenes de Atahualpa. Atahualpa lo obligó a cargar piedras para humillarse, fue encadenado y torturado. Finalmente, el 12 de noviembre de 1533 fue quemado vivo en la plaza de Jaquijahuana. Al igual que Atahualpa los españoles le ofrecieron el bautismo como forma de preservar su cuerpo, el general no acepto. El general invencible se encomendó al Sol y a Pachacamac. Y, mientras su cuerpo ardía, maldijo a los españoles y concitó la venganza de su hermano Quisquis.

Bibliografía: 


*“Pizarro” de Raúl Porras Barrenechea.

*“Pizarro El Marqués Gobernador” del historiador José Antonio del Busto.



miércoles, 30 de octubre de 2019

Colón, Cortés y Pizarro

 Cuando Huayna Capac enfermo de viruela aún no había tenido contacto directo con los españoles, solo tenía el reporte de sus espías sobre extrañas casas de madera flotantes.
Desde la llegada de Colón en 1492, los acontecimientos fueron pasando rápidamente. Solo 29 años después, Tenochtitlan caería a manos de Cortés y con él una de las culturas más grandes; los Mexicas.
En 1532, ya muerto Huayna Capac y solo 11 años después de la caída de Tenochtitlan, Atahualpa seria apresado en Cajamarca por Pizarro.
En ambos casos, los españoles se encontraron con imperios que aún no se habían consolidado del todo. Aún existían resentimientos entre las culturas anexadas, esto explica por qué los españoles recibieron, en ambos casos, el apoyo de muchos grupos nativos que vieron en su llegada la mejor manera de liberarse.
Una buena madera de conocer la historia y saber los aciagos momentos por los que atravesaron los imperios Mexicas e Inca con la llegada de los españoles son los Libros “Tenochtitlan: la última batalla de los aztecas” de José León Sánchez y “Pizarro El Marqués Gobernador” del historiador José Antonio del Busto.