Atahualpa
sabía que los extraños hombres llegados en casas flotantes no eran dioses.
“Hombres, los barbudos eran hombres, factibles de ser vencidos y esclavizados”.
Cuando los
españoles estaban acantonados en Poechos un extraño personaje de turbante y
cesto de pacaes apareció llamando la atención de los lugareños. Los españoles
no tenían forma de saberlo, el extraño hombre era un espía enviado por el mismo
Atahualpa; su objetivo era confirmar si los barbudos eran dioses o simples
hombres.
El informe
del espía fue claro, no eran dioses. El espía recomendó a Atahualpa matarlos y
solo conservar a algunos. Sin embargo Atahualpa decidió jugar con los extraños,
quería conocerlos, saber que pensaban y después matarlos.
Las cosas,
sin embargo, no sucedieron como Atahualpa lo había pensado. La tarde del 16 de
noviembre de 1532 caería prisionero; él no era el hijo del Sol, él no podía
convertirse en serpiente.
Atahualpa
tomó malas decisiones. Parafraseando a Federico More diríamos que Atahualpa
carecía de la noción de su imperio, ignoraba la magnitud de su poder y no supo
medir la impotencia de sus adversarios.
Los Incas
creían que la muerte no era el final. El que moría no se iba del todo, seguía
estando, aunque de diferente manera. Las crónicas cuentan que las momias de los
Incas muertos seguían teniendo poder y por lo tanto “voz” en las reuniones. Tal
vez sea por esta razón que Atahualpa, cuando supo que lo matarían, no quiso ser
quemado. Prefirió renunciar a sus dioses y ser bautizado. De esta manera
preservaría su cuerpo. Al fin y al cabo mientras su "mallqui"
existiera, él seguiría teniendo poder, o al menos eso pensaba. Decisión
diferente tuvo su general Calcuchimac quien enfrentó el fuego maldiciendo a los
españoles.
Cuando
Atahualpa le declaró la guerra a Huáscar tres fueron sus principales generales;
Quisquis, Rumiñahui y Calcuchimac. Durante los sucesos de Cajamarca; Quisquis y
Calcuchimac estaban en Cusco, Rumiñahui era el responsable de la seguridad de
Atahualpa. Las muertes de estos generales, a diferencia de Atahualpa, fueron heroicas:
Quisquis caería combatiendo a manos de las tropas nativas lideras por Manco
Inca quien en ese momento era aliado de los españoles. Rumiñahui moriría tiempo
después de que sus planes de resistencia se arruinaran tras la erupción del
volcán Cotopaxi, Rumiñahui fue torturado para confesar donde estaba el oro de
Atahualpa, el general no dijo una palabra a pesar del tormento.
Calcuchimac
cayó prisionero por seguir las órdenes de Atahualpa. Atahualpa lo obligó a
cargar piedras para humillarse, fue encadenado y torturado. Finalmente, el 12
de noviembre de 1533 fue quemado vivo en la plaza de Jaquijahuana. Al igual que
Atahualpa los españoles le ofrecieron el bautismo como forma de preservar su
cuerpo, el general no acepto. El general invencible se encomendó al Sol y a
Pachacamac. Y, mientras su cuerpo ardía, maldijo a los españoles y concitó la
venganza de su hermano Quisquis.
Bibliografía:
*“Pizarro” de Raúl Porras Barrenechea.
*“Pizarro El
Marqués Gobernador” del historiador José Antonio del Busto.