lunes, 8 de junio de 2015

Gonzalo Portocarrero: "Seguimos siendo una sociedad colonial"

Gonzalo Portocarrero: "Seguimos siendo una sociedad colonial"
Gonzalo Portocarrero. (Foto: El Comercio)

“La urgencia por decir nosotros: Los intelectuales y la idea de nación en el Perú republicano” (PUCP, 2015), el más reciente libro del sociólogo Gonzalo Portocarrero Maisch, presenta nueve capítulos que a través de una escritura dinámica y muy bien estructurada repasan la biografía de algunos de los intelectuales más destacados de la historia republicana.
Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui, Ricardo Palma, Luis E. Valcárcel, José María Arguedas y José de la Riva Agüero son analizados no solo desde el punto de vistas de sus aportes literarios, artísticos o políticos, sino también bajo el prisma de su visión del mundo.
“Lo que hice con este libro fue un análisis de todas estas obras que ya conocía a profundidad, no solo porque las leí de chico, sino porque las enseñé en la universidad. Con este libro me permití no solo analizar las obras, sino también tratar de conectarlas con la vida de su autor y con su visión del mundo”.
El libro incluye algunas fotografías de Ricardo Palma, un hombre que, casi al final de su vida, parece haber tenido una intención de “blanquearse” físicamente ante el público.
Ricardo Palma fue lo que en su época se llamaba un hombre pardo. Es decir, un hombre que tenía mucho de negro, pero también de indio y, seguramente, también de blanco. Desde el punto de vista aristocrático, era visto con desdén por su color modesto, pero era muy talentoso y se dio mañana para crear una cultura que permitió a la gente comunicarse a pesar de las diferencias. Ricardo Palma permitió codificar la cultura criolla que permitió una cierta integración social en el Perú.
Al principio hubo mucha desconfianza hacia él, inclusive ataques.
Así es. La aristocracia lo hostilizó e incluso lo insultó, pero luego, sobre todo después de la guerra con Chile, se percatan de que él produce un milagro: la cultura criolla como posibilidad de integración social, sobre todo en el polo urbano de la sociedad. Entonces comienzan a rodearlo y le lanzan elogios muy encendidos. En este contexto, un Ricardo Palma pardo, mestizo, cholo, no era tan aceptable como uno más blanqueado. Entonces, en la iconografía de la época se dio el esfuerzo por tener un Ricardo Palma de rasgos más blancos. Y eso se hacía, por ejemplo, a través de la alteración del cromo en los negativos (de las fotos), lo cual permitía que la versión positiva de las fotos saliera más blanca, y también en los retratos donde aparece más blanco de lo que realmente fue.
¿Cómo deberían juzgarse hoy las “Tradiciones Peruanas” de Ricardo Palma?
Creo que la propuesta criolla de Palma fue un gran avance para su época porque nos sacó del colonialismo y nos acercó a nuestra historia, a nuestras costumbres, pero a su vez no hay que dejar de lado que dichas costumbres apuntaban hacia una mímesis con Europa y que eran valiosas en la medida en que se diferenciaban del indio. La propuesta criolla tiene esas dos grandes limitaciones: su mimetismo respecto a los países metropolitanos y su desprecio del indígena. Estas limitaciones no anulan los logros, como por ejemplo haber formado un espíritu común que transmitía una identidad (básicamente dentro de la ciudad), aunque esta (identidad) haya tenido a la figura del pícaro, del trasgresor y del pendejo a su elemento más representativo. Para Palma, el criollo es aquella persona que se sitúa un poco de perfil frente a la ley, es el que no se siente comprometido con esta. Hay frases muy importantes de Ricardo Palma al respecto, como la que dice que “la ley se acata pero no se cumple”, o “la ley son ostias sin consagrar”. Sin embargo, si tuviera que hacer un balance entre lo bueno y lo malo de Ricardo Palma, me quedaría más con lo positivo. Fue un hombre con humor, con una actitud alegre frente a la vida, un personaje que caló hondo en el imaginario peruano.
¿Cuál era la diferencia entre las audiencias a las que se dirigían Manuel González Prada y Ricardo Palma?
Creo que ambos estaban en lo mismo: producir un relato que genere acción colectiva. Palma encuentra eso en la tradición como una especie de cuento o relato que señala que más o menos todos estamos movidos por los mismos impulsos, es decir, las diferencias sociales no son tan significativas como parecen. A su vez, González Prada intenta a través de la balada producir una especie de ética nacional, una visión integrada del país. Pero conforme va escribiendo las baladas se da cuenta de que (estas) no son ciertas, de que el Perú no es un país integrado, donde haya solidaridad y en el que todos seamos iguales, sino al contrario, es un país desgarrado. Es así como el proyecto de las baladas es abandonado y recién lo publicaría su hijo algún tiempo después.
¿Cambió allí la producción intelectual de este personaje?
En vez de tratar de subrayar la unidad, lo que hizo (después) González Prada fue denunciar la desigualdad, las jerarquías y la desintegración del país. Esto tuvo un momento vital en el discurso del Politeama en 1888. Allí usó la frase que tendría una resonancia inmensa en el mundo intelectual y político de la época. La sentencia decía que no forman el verdadero Perú los criollos que viven en la franja occidental de los Andes, sino los indios que viven en las cordilleras y los valles interandinos. ¿Cómo podemos ver al Perú criollo como el país en su conjunto si las cuatro quintas partes de sus habitantes (los indios) no han sido consultados? Para González Prada, los indios deben dar su opinión y no solo ser asimilados a algo extraño. Él cuestionó el proyecto criollo por ser poco representativo. Abrió una ventana para que los intelectuales provincianos puedan pronunciarse. A través de dicha ventana empiezan a escucharse otras voces, como la de Luis E. Valcárcel.
Precisamente le iba a preguntar sobre él. ¿Por qué el resto de obras de Luis E. Valcárcel no llegaron a tener el gran impacto que sí tuvo su libro “Tempestad en los Andes”?
Porque son obras de un carácter más erudito que no llegaron a tener una comunicación suficientemente intensa con el público. En cambio, “Tempestad en los Andes” era una obra de temple profético, que ponía al Perú en un disparadero. O el país respetaba al indio o se venía la guerra de razas con miles de muertes. Eso conmocionó a la conciencia de mundo cultural de la época. Eso fue muy atendido por José Carlos Mariátegui que pensó que, en efecto, el Perú tenía que recuperar su tradición, ponerse en contacto con sus raíces andinas y que esa era la única manera de construir una nación integrada y civilizada. “Tempestad en los Andes” anuncia grandes males pero también grandes remedios. Luis E. Valcárcel fue visto como el fundador de la antropología en el Perú, fue una persona que abrió caminos y sirvió de puente para la antropología que sobre nuestro país se hacía en el extranjero.
Otro personaje fascinante en su libro es el ‘Amauta’ José Carlos Mariátegui. En su libro se menciona que la imagen de leyenda superó a la del hombre. ¿Por qué ocurrió esto?
En el Perú siempre hubo necesidad de héroes, en el sentido de hombres de una sola pieza, de hombres que no hayan dudado, de ejemplos absolutos y la verdad es siempre más complicada. Los hombres somos más vulnerables, volubles. Mariátegui fue un hombre de una sensibilidad extraordinaria, capaz de cambiar constantemente. Se inició muy temprano como cronista que dio cuenta (informó) sobre actividades muy variadas como el baile de una danzante extranjera, la procesión del Señor de los Milagros o lo que ocurría en el Congreso. Él era un polígrafo, es decir, un hombre capaz de escribir en distintos registros. Escribía rápido y con acierto, sin embargo, sentía que le faltaba un proyecto más trascendente en su vida. Estaba, como él decía, a la búsqueda de Dios. Finalmente, este proyecto lo encontró en el marxismo, el gran mito de la época. Ya a partir de ahí trasciende la crónica para pensar más en la interpretación del ensayo, para pensar cómo es que sería posible imaginar el Perú hacia el futuro. Ahí toma contacto con los indigenistas y a través de sus lecturas constata que el país debe recuperar esta tradición indígena.

Portada del libro de Gonzalo Portocarrero. (Foto: Difusión)

Pero sus palabras llegaron a tener efectos muchas veces contrarios en la población. ¿Por qué?
Porque en nuestro país no hubo un desarrollo estimable del racionalismo. Ha sido una sociedad donde el dogmatismo prendió con mucha facilidad. El modelo del conocimiento ha sido más la biblia y el catecismo. La idea es que hay un lugar donde está la verdad, (que) hay un libro donde están todas las respuestas posibles a las preguntas que uno puede hacerse: el catecismo. Se catequizó a Mariátegui, se le convirtió en una ortodoxia, lo que es algo completamente anti-mariateguista porque justamente lo que lo caracterizó fue el intento por actualizar permanentemente su pensamiento conforme observa hechos, absorbe teorías o va pensando mejor las cosas. Es un pensamiento muy heterodoxo, muy dinámico y fue impregnado en estos manuales que van a ser parte de la identidad de la izquierda, sobre todo de la más radical. Si bien influyó en muchos partidos políticos como Acción Popular, en el Partido Comunista, aunque también en el maoísmo, lamentablemente.
Se viene el bicentenario. Una vez entrevisté a la historiadora Carmen Mc Evoy y me dijo que vivimos en una república muy joven. ¿Cuál es su balance sobre el Perú hoy?
Mencionaría a Sinesio López, quien habla de una ‘sociedad en tránsito’ porque ya no somos la sociedad de señores y siervos que fuimos hasta mediados del siglo XX pero tampoco una sociedad de ciudadanos que participan en un cuerpo de nación, en la que exista una solidaridad y respeto mutuo. Eso tampoco somos. Estamos en un momento de tránsito que se alarga y que hace que la sociedad peruana sea muy difícil de gobernar. Cada emprendimiento colectivo cuesta mucho, es muy difícil lograr metas comunes porque hay una desconfianza generalizada y esto tiene que ver con el predominio de la jerarquía sobre la igualdad en nuestra visión del otro. Vemos en el otro más a un (ser) diferente, superior o inferior, que un (ser) igual, y desconfiamos. Pensamos que nos va a engañar y tratamos de adelantarnos a su engaño. Somos una sociedad que está ahí, de un lado rechazando la figura del patrón y el siervo, de otro lado anhelando la del ciudadano, pero el tema es que seguimos organizados como una sociedad colonial. Es decir, acá lo que funciona es el líder, el caudillo y la gente lo rodea. Hay poca capacidad de organización.
Usted señala que el Informe Final de la Comisión de la Verdad debería ser una especie de punto de partida para iniciar un camino donde todos los peruanos se unan para salir adelante. Sin embargo, el documento no parece haber logrado su efecto deseado y parecemos inmersos en una lucha de memorias distintas.
Creo que hay que valorar el Informe Final como un hito en un camino. No es el final ni el principio de este, claro. Es un punto importante en el camino del reencuentro del Perú con su historia, con el aprendizaje de nuestra conflictividad, con el intento de poder instituir una cultura del diálogo y la comprensión, cosa que hasta ahora no existe porque la tendencia del Perú siempre es satanizar al otro. Por ejemplo, en Tía María, las personas que protestaron fueron tachadas de ‘terroristas antimineros’ que se oponían al interés nacional. Eso es torpe, falso e inconducente. Impide el diálogo. Son personas que reclamaban con derecho garantías que sentían no estaban presentes. Defendían su modo de vida, sus tierras, no tenían confianza ni en la empresa ni en el Estado, por lo tanto se oponían al proyecto. En vez de producir un diagnóstico más objetivo de la situación se empieza con esta proyección de fantasmas. Por un lado se habla de antimineros y por otro de un gobierno esencialmente vendido a la minería, al extractivismo. Estas visiones tan excluyentes, tan poco abiertas, hacen muy complicado el diálogo. Hay una protesta sin propuesta. Todas estas personas que están contra la minería son las que luego reclaman aumento contra los médicos y profesores, ¿pero de dónde se sacará el dinero?
En 2012 usted presentó su libro “Profetas del odio” en la Universidad Católica y aparecieron varios chicos del Movadef a armar escándalo. Algunos atribuyen el inicio del terrorismo con el fanatismo de ciertas personas. ¿Ve usted una situación parecida en la actualidad?
Me parece que estamos muy lejos de eso. El fanatismo vendría a ser una especie de simplificación de la personalidad en la cual el individuo rechaza su libertad en función de adquirir seguridad. Es por ello que el fanático tiende a inmolarse. En el caso de Sendero Luminoso había estas ganas de luchar que los llevaba a enfrentamientos suicidas. Actualmente creo que tenemos el fanatismo del emprendedor, de la persona que quiere triunfar económicamente a como dé lugar. Aunque claro, es mucho menos peligroso y no tiene las consecuencias del fanatismo político religioso que tenía Sendero y que hoy podemos encontrar en el Estado Islámico, por ejemplo.
Teniendo en cuenta a los intelectuales que aparece en su libro, ¿qué considera que diferencia a un verdadero intelectual con un simple analista o lo que hoy conocemos como un ‘opinólogo’?
El opinólogo viene a reciclar lugares comunes, repite lo que la gente piensa. No hay un esfuerzo por tratar de elevarse y ver más lejos. Simplemente está rearmando estereotipos. Considero que se piensa cuando uno se enfrenta al sentido común, cuando uno dice “esto que piensa todo el mundo, en realidad no es tan cierto”. La labor del intelectual es producir una conciencia pública que sea más acorde a la realidad y que permita a una sociedad actúe sobre sí misma de una manera más eficaz. Muchos de estos opinólogos son personas que repiten siempre lo mismo y no ayudan a que la sociedad peruana se enfrente de una manera más realista a sus problemas.

Fuente

lunes, 1 de junio de 2015

Hugo Neira: “Los peruanos nos detestamos profundamente”



(César Fajardo)

(Foto: César Fajardo)
 
La categorización de izquierda y derecha es de valor planetario. no significa que quienes se llamen de izquierda sean fuertes en un sistema político y los de derecha también. La prueba está en el Perú
Hugo Neira nos habla de las situaciones que atraviesan la izquierda y la derecha en nuestro país, a las que considera “débiles”. Presenta un panorama sobre el contexto político y social del Perú actual.
Para muchos hoy en día hablar de izquierda y derecha es anacrónico, la modernidad no calza en un sistema dual. Para otros, facilita la comprensión de paradigmas. ¿Cuál es tu opinión sobre el uso de izquierda y derecha?
Es extraño porque la categorización de izquierda y derecha es de valor planetario. No significa que quienes se llamen de izquierda sean fuertes en un sistema político y los de derecha también, la prueba está en el Perú. Sabemos que la izquierda es extremadamente débil en este momento, tanto que recurre a candidatos que no son suyos, como el caso del Presidente Humala. La derecha no se declara derecha, no hay un partido liberal ni uno conservador. Hay que salir de una visión de peruanizar el mundo. ¿Por qué querríamos jugar a ser más modernos que los modernos?
¿Existe una derecha liberal o una izquierda liberal?
No la hay. La pregunta debería ser otra. Yo he conocido liberales en el Perú, Raúl Porras era uno de ellos, pero no había partidos liberales en el Perú. ¿Por qué no? Porque estamos viviendo una situación excepcional y extraña. Para tener una izquierda democrática, como la chilena o española, se necesita una sociedad ordenada con clases sociales que necesiten representación. Esta no es la situación peruana. ¿Por qué una izquierda no puede ser izquierda en el Perú? ¿Cómo va a serlo si la gran masa de personas pobres o clases emergentes están en las PYME? Dos millones de personas que trabajan en las PYME y que pertenecen a ese vasto sector de informales con mucho éxito.
…que viven en un sistema más capitalista que colectivista o sindicalista, que es lo que quisiera la izquierda.
Puedes estar en un sistema capitalista y ser de izquierda como los sindicatos de las fuerzas en Europa, los que están detrás de la social democracia. ¿Por qué no se puede en el Perú? Porque el sistema de trabajo los divide de tal manera que no puedes decir que hay una clase social de PYMES. No tienes una estructura clasista a quién representar. ¿Cómo vas a ir con una idea de izquierda heredera de Marx o de Proudhon
que decía que la propiedad es un robo
a quienes quieren propiedad? ¡A quienes quieren ascenso social a través del mercado y sus propios beneficios! Hay una masa atomizada de fuerzas sociales que es extremadamente difícil de entender desde el punto de vista electoral y clasista.
O sea, ¿la izquierda le sigue hablando al agricultor, al obrero, al sindicalista cuando el Perú hoy día es uno más de productores, de empresarios y propietarios?
Yo participé en el gobierno de Velasco. Cuando hicimos la reforma agraria pensábamos que los campesinos iban a administrar a través de cooperativas. Lo que hicieron es –y tienen una lógica social a la cual me inclino- después de la reforma agraria, en el Valle de Anta, por la acción de vanguardia revolucionaria, invadieron después que ya no había propietarios las entidades cooperativas, se lotizaron la tierra y aparecieron pequeños propietarios. Es probable que tuvieran razón, el campesino siempre prefiere tener su propiedad que trabajar cooperativamente.
Es lo que pasó en China, en 1978 con Deng Xiao Ping cuando aparecen campesinos que decidieron, contra la ley, emprender unidades de propiedad individuales.
Claro. Yo creo que es muy difícil para ellos (NdE: para la izquierda) porque las clases sociales no se han estructurado por la velocidad del mercado. Forman grupos completamente independientes y autónomos, donde además se crean rivalidades, porque un pequeño empresario es rival del otro, lo que va en contra de todo principio de clase. Al no haberse industrializado el país, al haberse convertido en un país de pequeños burgueses, hay un gran desorden porque en cada sitio del Perú, estos grupos sociales prefieren las marchas, la presión, el tomar las carreteras. Tienen personajes políticos que Carlos Meléndez describió muy bien como “brockers”, intermediarios que reemplazan a los políticos…
O sea, para bien o para mal, el Perú se ha convertido en un país de acción y pensamiento individualista.
Individual y grupal, lo que yo llamo anomia de descomposición. No puedo decir que esté mal. Funciona así y tiene una propia lógica.
¿Y la derecha?
En todas partes, la derecha defiende no sólo a grupos dominantes sino también a las clases medias, pero las nuestras son débiles. Una derecha tiene razón en ser prudente, en tener una política reservada de las cosas, no soñar en grandes reformas sino administrar lo que hay. Pero, si no tenemos una sociedad estructurada en clases –que podría venir por el empleo o la educación–, la derecha tampoco tendrá aliados en las clases medias o bajas. El resultado es que tampoco serán populares. Con todo mi respeto, conozco a personas en el PPC y muy pequeño. ¿Por qué? Porque faltan clases medias anchas. Si las tuviéramos seríamos un país con tendencia social demócrata.
De ahí que la principal ideología de la política peruana sea el pragmatismo.
Claro, mientras no quede otra. El problema con eso es ¿quién te representa? Las carreras políticas son cortas. Los personajes que aparecen son de poco tiempo y si es así, tienes la tentación de robar, aprovechar el puesto porque no va a quedar mucho tiempo para ser congresista, por ejemplo. Se crea una situación de corto plazo que hace daño a todos.
¿Cuál sería la izquierda que debe tener el Perú?
La de Chile, España o Francia. Una izquierda democrática.
Pero hoy la izquierda, en su gran mayoría, es democrática: participa de elecciones, no plantean la toma del poder por las armas…
¿Sí? ¿Era democrático apostar por alguien que en el 2006 era un chavista con un programa que hubiera sido autoritario?
En mi opinión no, pero en el Perú, el oportunismo es tanto de izquierda como de derecha...
Si tuviéramos que pensar en qué momento la izquierda comenzó a perder fuerzas después de Barrantes, fue cuando el compromiso con la democracia no se hizo a fondo. No lo critico. Yo también pensé durante un lapso muy largo de vida que no era necesaria la democracia. Lo reconozco. Me reconvertí cuando vi la transición española. Incluso en los años 80, la izquierda decía con Diez Canseco que la democracia servía para la acumulación de fuerzas. ¿Cómo? El sueño de la toma de poder seguía ahí. ¿Qué es eso de acumulación de fuerzas? La democracia no es ninguna acumulación de nadie, ni de derecha ni de izquierda.
¿Y qué tipo de derecha te gustaría ver en el Perú?
La colombiana. Muy culta e inteligente. Pese al tremendo reto que ha sido las FARC, no hubo golpe de Estado. Me hubiera gustado saber qué país del mundo europeo soportaba los ataques de las FARC durante 40 años. Han matado gente a propósito para provocar un golpe de estado y no ha habido. Colombia es admirable.
Hablaste de España; ahí la transición fue posible porque hubo comunicación entre los diversos sectores (que años antes se habían estado matando a balazos), pudieron crear consensos. Estamos en el 2015 y, cuando uno mira el ambiente político, académico e intelectual en el Perú, hay un debate feroz, una guerra sangrienta en donde las posibilidades de lograr un consenso (para hacer, por ejemplo, reformas institucionales) parece más que lejano, imposible. ¿Es correcta esta reflexión? ¿A qué se debe?
Sí. Comencemos por España. Aunque parezca obvio, ahí había la conciencia de que eran españoles. Sabían que era un país de una muy vieja civilización y que unos a otros les daba vergüenza que España fuera el turco de Europa. Eso sentía Carrillo (el secretario general del partido comunista que ha vivido toda su vida en la Unión Soviética), el rey Juan Carlos o Felipe Gonzáles (que era socialista). Tenían vergüenza y básicamente la idea era: nunca más volvemos a enfrentarnos en una guerra civil. Le llamaron “enterrar el hacha de la guerra”. Cualquier pacto era posible para salir de eso, que era un paréntesis. Cuando Carrillo llega a Madrid una entrevistadora le pregunta: “Don Santiago, ¿regresa a España para establecer la dictadura del proletariado?” y Santiago le responde: “¿Dictadura? Ni la del proletariado”.
Lo que estaba claro era que no querían volver a hacer eso (NdE: a una dictadura). El segundo elemento era que –un tanto cínico- hubo un pacto para no pasar revista a ministros, a hombres fuertes del Franquismo. Enterraron al franquismo y los 12mil presos injustos que tuvo Franco salieron en libertad. No se tomaron casi cuentas. Hicieron algo más inteligente. Enviaron al búnker –jueces, militares y un poco después, a la universidad– a su casa. A los 40, 45 años comenzaron a jubilarlos. No hubo un preso o juicio, como en el que nos hemos enredado en Chile, Argentina y Perú hasta el día de hoy. El pueblo lo entendía. Aunque era muy incómodo, había que reconocer que el pueblo había querido mucho a Franco y habían salido de la pobreza, había habido un desarrollo económico bajo Franco sobre todo los últimos 15 años. ¿Cómo negarle eso? Industrializó, señalaron los sitios donde tenía que hacerse la inversión…
¿Por qué un pacto así no se puede replicar aquí?
Porque todavía no somos suficientemente patriotas. No hemos construido una nación y no pasamos el interés general de la patria –aunque parezca tonto- por encima de los intereses particulares.
Con la atomización de los intereses y la forma cómo está estructurado el sistema político electoral, esto solo puede ir para peor.
¿Qué tienen en común los peruanos? ¿Han hecho servicio militar juntos? No. ¿Pagan impuesto todos? No. ¿Tienen el mismo tipo de escuela? No. ¿Qué hace que seamos una nación? No la hay. Cuando la hay se construye por el impuesto, la educación, la gente cede sus intereses a pensar en el país. Acá no pasa eso. Nos detestamos profundamente. Hay odios feroces gratuitos. Entonces, la nación se construye a largo plazo. Que haya colegios públicos y privados, eso pasa en todas partes. Que tengan los mismos cursos no nos pasa ahora. Están formando un cierto ciudadano. Sartori dice que la democracia es el mejor sistema a condición que el ciudadano sea uno informado y consciente. ¿Cómo va a serlo si no le han enseñado a leer y tenemos una masa enorme de iletrados que no saben leer y escribir, y jamás leen un libro?
Para algunos analistas –pienso en Alberto Vergara– el modelo económico “neoliberal” –si se quiere llamar así- ha estado a las expectativas de su oferta, ha cumplido su promesa. Sin embargo, el modelo de “izquierda”, del estado fuerte que provee servicios, ha fracasado estrepitosamente. ¿Es una clave del por qué la alta informalidad y dispersión entre los ciudadanos, en no poder conformar una nación?
Claro. La nación es una posibilidad necesaria a mediano plazo. Creo que estamos pasando por una situación extremadamente grave porque se están juntando varias crisis. Una crisis de régimen, una institucional y una social. Es mucho. Digo “crisis de régimen”, y no de gobierno, porque el tema de Belaúnde Lossio y otros más hacen que la popularidad del Presidente Humala sea muy baja. Con ese descrédito, ya no se le puede creer.

Eso ocurrió también con Toledo y García…
Se ha ido desacreditando no sólo a quien está de presidente, sino a la figura presidencial. Existe una sensación de pérdida de la credibilidad (de la figura presidencial) al punto que a la gente no le interesa quién va a ganar en el 2016. Cada uno va a seguir haciendo lo suyo. Por otro lado, la crisis institucional. Y esto es más grave que Sendero, me refiero al ingreso de las mafias. Comenzó en el norte y no se hizo nada.
Y el Poder Judicial, la Fiscalía, la Procuraduría, las instituciones no funcionan…
Imagínate. Hacen un concurso para la PNP y tienen que rechazar a veinte personas porque tenían antecedentes delincuenciales. Es decir, han entrado al aparato judicial, policial, político, parlamentario, hay leyes que se dan –como esa de la policía para que no trabaje todo el tiempo- que están hechas por abogados de la mafia. Estamos siendo copados desde arriba y abajo. Además, la crisis social es tremenda. El mayor problema que no puedo perdonar es, ¿cómo hizo el Perú un suicidio pedagógico? ¿Cómo pudieron retirar cursos de los colegios nacionales –no de los privados que no se han dejado– de historia, geografía, física y química en los años noventa? Por una situación de emergencia, sí. Cuando Fujimori llega al poder se encuentra con que el país estaba como lo había dejado García, el peor gobierno que hubo fue el suyo (aunque hizo un estupendo gobierno en la segunda vez). Una medida de restricción fue reducir las horas de clase a solamente las mañanas. Pero, ¿por qué sacaron cursos? Al hacerlo, yo sostengo que en nuestro país la educación secundaria no existe. Ha salido una cantidad de gente sin formación para nada. Ni pueden entrar a la universidad ni tienen carreras propias. El Banco Mundial dice que de diez jóvenes, siete ni estudia ni trabaja. Tres estudian, dos de ellos trabajan y estudian y uno estudia. ¿Cómo no nos va a sorprender que aparezcan mafias con jóvenes?
Dentro del actual panorama político, ¿sientes que hay alguna oportunidad de salir de la crisis con esta clase política?
En la coyuntura hay tres candidatos que serían los formales, que dejarían de improvisar: PPK, García y Keiko. Me da igual quien gane. Soy amigo de García, pero cualquier de ellos haría un gobierno en el que se trataría de hacer reformas y no saldríamos de la economía neoliberal.
Más de lo mismo…
¿Y por qué no? Si está funcionando. Pero hay un problema. Si esta economía liberal continúa con la mala educación estamos formando los soldados de la mafia, legiones de muchachos que no saben qué hacer con la vida.
Y peor que eso, no hay ninguna intención de reformas institucionales tampoco…
Claro. Si dentro de las tres posibilidades, gana uno de ellos, o bien continúa como hasta ahora –en el mejor de los mundos- o bien hace reformas, o bien aparece un outsider.
¿Ves posibilidades de un outsider?
No ahora, pero si esto continúa al 2016, cualquier cosa puede ser posible.
¿En estas elecciones no ves las posibilidades de un candidato, por ejemplo, de extrema izquierda que capture ese veinte porciento de peruanos que están hartos de todo?
Tengo la intuición de que Sendero le hizo un gran daño a la izquierda. Al punto que aquella izquierda que no tomó las armas y no mató a nadie, cuando le dices a alguien del pueblo: “izquierda”, te dice “terruco”.
¿Cómo calificarías ideológicamente a Keiko?
Derecha popular.
¿Sientes que el fujimorismo hoy en día está integrado en el sistema democrático? Te lo digo porque para muchos, como MVLL, hay que ponerle una muralla china porque no se han reformado…
Creo que hay una vieja guardia –Martha Chávez sigue ahí– que piensa en lo mucho que han hecho y no quiere reconocer lo mucho mal que han hecho también. Es un ala autoritaria. Sin embargo, a su vez, Keiko se da sus vueltas por provincia, tiene contactos con jóvenes y puede representar otra tendencia sin preocuparse de esas corrientes policiacas. ¿Por qué tendría que ser el fujimorismo un gobierno centralista con militares si no hay sendero?
¿No crees entonces en la posibilidad de una Keiko presidenta regresando a las épocas de Montesinos?
Para nada. Es una muchacha peruana educada en Estados Unidos. No tiene por qué repetir lo del padre. Yo le preguntaría a MVLL, si las herencias son tan fuertes ¿por qué es tan amigo del Rey Juan Carlos? Quien era una hechura de Franco. Puede que Keiko haga la desfujimorización del fujimorismo.
PPK está segundo con alrededor de 15%. Para muchos es la esperanza de, ya no una continuidad, sino de hacer reformas. ¿Lo ves así?
Yo creo que sí, y por una razón: es un hombre liberal (en el sentido de reconocer la existencia del otro). Podría llamar gente muy diversa. Incluso sectores de izquierda no tienen ningún empacho en eso. Es un pragmático, es muy competente, ha sido prácticamente el presidente económico que le hizo las cosas a Toledo. Sin embargo, por motivos distintos, Keiko tendría más cercanía al pueblo, mientras PPK a las elites. No haría un mal gobierno.
Alan García está tercero con cerca del 10%. ¿Cómo verías un tercer gobierno?
Primero quisiera saber si se va a presentar, porque tengo mis dudas. Si él ve que no puede entrar ni siquiera a segunda vuelta, no se presenta. Si llega a segunda vuelta, sería mucho pedir, porque todos los escándalos que ha habido le manchan la pechera. Pero por ser su tercer y último gobierno, podría ser capaz de hacer las grandes reformas que se necesitan. Tocar el sector judicial, la policía, los sistemas carcelarios. ¿Quién se va a atrever a tomar las medidas impopulares que introduzcan el orden al estado de derecho? Solamente una persona que ya no tenga nada más que aspirar.
Sin tomar en consideración si son de izquierdas o derechas, ¿cuáles serían las tres grandes reformas que te gustaría ver en el Perú?
La primera, la administración de justicia (poder judicial y policial). La segunda, la educación en masa. Volver a la educación secundaria con buenos cursos; y la tercera, darle más democracia a las representaciones regionales. Yo le he preguntado a mis alumnos bolivianos, ¿por qué no hay antimineros en Bolivia? No es por la represión. ¿Bolivia es un país más campesino que el Perú? Sí. ¿Las masas campesinas están al borde de la ciudad? Sí. Y sin embargo, todo el país está catastrado de trabajos mineros. ¿Por qué no hay conflictos? Primero porque el gobierno es fuerte. Evo intervino y cambió la relación con las empresas. Del 83% que la empresa se llevaba de las ganancias de las minas y 17% que iba para el Estado, pasó a 17% para la empresa y 83% al Estado. Protestaron, se fueron, y regresaron. La vinculación –lo que se llamaría el canon- de los ingresos va directo a los alcaldes, a las comunidades, a los barrios. ¿Cómo van a protestar si están incluidos? No es sólo una inclusión social, sino política. Tenemos que armonizar el poder con la base. Fíjate los antecedentes del Perú. Cuando Belaunde llega, inventa Cooperación Popular. ¿Cómo se relacionaba el APRA de Haya de la Torre? Había el Buró de Conjunciones. Cuando nosotros estuvimos con los militares, inventamos el SINAMOS. Fujimori tomaba el helicóptero. Hoy no hay nada que vincule. Tiene que haber algo que sustituya al partido. El partido es un aparato que lleva información de gobierno y recoge información también con lealtad. Es un canal que hoy no hay. Hay que remodelar por completo la institucionalidad de los gobiernos regionales.
¿Cuál es tu balance del gobierno de Ollanta Humala?
Él ha continuado la economía como ha podido. Hay que ser justos: le ha tocado una época más difícil desde el punto de vista de cobertura internacional. Hasta el momento es un demócrata. No ha habido intención de quedarse a hacer un golpe de estado. Tampoco sabemos que haya presión sobre los medios. Aunque hay muchas cosas que no ha hecho, no se ha comunicado, ha creado una gran desilusión –ya son varias que se acumulan, la del aprismo, Fujimori–. Si hay elecciones sin interrupción, porque yo no lo creo hasta que no pase…
¿Consideras que tiene un ánimo anti-democrático? ¿Representa aún un riesgo?
Puede tener una lógica bastante justificada por nuestras manías persecutorias.
Hacernos vivir bajo esa amenaza le ha funcionado, mal que bien, en estos cuatro años.
Bien, no. Ha funcionado.
¿Consideras que todavía estamos en riesgo hasta 28 de julio de 2016?
Sí, porque además hay una situación nacional en que la gente está pidiendo a gritos mano dura. Una señal muy mala sería que Cateriano –que resulta un gran político– se fuera. Es un demócrata y un hombre de confianza. Creo que el peso de Vargas Llosa hace que esté ahí. Yo haría un pacto político para que el Presidente Humala se retire, diciéndole que no va a haber persecución… porque francamente, esta costumbre de perseguir al que ha gobernado es como para no irse.